INTRODUCCION

Como quiera que han pasado ya 35 años desde mí paso por aquel Sahara Occidental Español (S.O.E. para las cartas) y antes de que me falle más la memoria, simplemente quisiera recordar aquella experiencia y aquellos compañeros, algunos grandes amigos con posterioridad, que pasamos de la noche a la mañana de ser unos desconocidos a compartir aventuras y desventuras en aquellas tierras inolvidables para todos y que como a mí supongo cada vez que (por ser un tema pendiente de resolver satisfactoriamente para aquellas gentes) vemos o leemos noticias sobre aquel Sahara que conocimos, se nos agolpan los recuerdos. De algunos ya se me fueron sus nombres o apellidos, no sabéis cuanto lo siento.

CAMINO DEL SAHARA
15 de Enero de 1.973, citados en la estación del Norte de San Sebastián, nos presentamos petate en mano David y yo sobre las 19,30 ambos habíamos sido afortunados en el sorteo, nos había tocado África, cuando la mayor parte de los amigos y conocidos se quedaban en Loyola. Luego ya en nuestro destino final supimos que esto era “Suerte Mulana”. Nos recibió un Sargento de milicias, que sería nuestro guardián hasta Madrid.
Acomodados en el expreso partimos hacia la capital donde la llegada estaba prevista sobre las 9 de la mañana. A lo largo de la noche Marcos (componente del afortunado grupo ) le preguntó al Sargento si sabía que era la Policía Territorial del Sahara, porque había estado preguntando a los demás y parecía que era el único con aquel destino, el sargento nada sabía del tema – Marcos le dije – yo tengo el mismo, ya somos dos y también puedo decirte algo más : no se muy bien de que se trata pero vete preparando que me han contado que te pasas el campamento corriendo a paso ligero y cantando una canción sobre un marranito. Yo tenía de avanzadilla dos amigos en Aaiún: Ceferino Agudo Nevado (q.e.p.d.) y Manolo Villalobos, ambos en Automóviles, el primero de ellos más veterano y que coincidió en el Bir con el campamento de la Territorial, me dijo que el reemplazo anterior al nuestro había hecho ya el periodo de instrucción en un “hotel” conocido por Hatarrambla.
En Miranda de Ebro se incorporaron al grupo los vizcaínos.
El día siguiente lo pasamos en Madrid en el cuartel de Wad.Ras. No se si por costumbre o que nos vacilaron el caso es que nos pasamos el día cantando agrupados por regiones, siguiendo instrucciones de los que mandaban (todavía desconocíamos los rangos militares). Nosotros junto con los vizcaínos hicimos la trainera por el suelo cantando el Boga-boga.
El 17 de Enero por la mañana y nevando nos llevaron hasta la base de Cuatro Vientos. Nos repartieron unas placas de identificación (para los que era nuestro bautismo de aire y a la vista de los aviones que teníamos enfrente) nos recorrió un sudor frió recordando cuando en las películas de guerra el oficial recogía las placas de los fiambres.
Unas sonrisas nerviosas, unos gritos de “ánimo” por parte de los veteranos de aviación y a volar, todos recordareis como eran aquellos cacharros.
Por la tarde llegamos a nuestro destino, nos recibió un calor sofocante y nuevos gritos de “ánimo” por parte de los anfitriones. Allí me separe de David, él camino de Bir y yo de Hatarrambla con un reducido grupo de los que habíamos llegado.

HATARRAMBLA
Un pabellón, todavía en construcción, en medio de la nada y situado a la salida de Aaiún en la carretera de Smara donde efectuaba el periodo de instrucción la Policía Territorial. Estaba dividido en tres partes, una el dormitorio de los reclutas, otra que servía para todo (teóricas, cantina, misas, almacén) y otra tercera con los dormitorios de los instructores y dependencias como la cocina, comedor etc. además de otro gran espacio por entonces vacío y nada más en su alrededor que polvo, arena y piedras.
Al mando el teniente Herbada, tres sargentos que dirigían otras tantas secciones y varios cabos instructores encargados de cada pelotón.
Comenzamos desde la misma mañana siguiente a correr como locos tal y como me había adelantando mí amigo Ceferino el de automóviles.
Como quiera que aquello estaba en obras enseguida pudimos comprobar quienes eran los protagonistas de la construcción, esa misma tarde se prepararon unas listas de albañiles, carpinteros, fontaneros etc. siendo el resto clasificado como ayudantes para todo. Para que nadie pudiese decir que fuimos obligados a trabajar todos los días tras las tareas habituales de instrucción (que eran agotadoras) se seguía el método del “apúntame los diez últimos” es decir cada vez que entrabas o salías de algún sitio había diez afortunados que engrosaban la lista de ayudantes ese día con lo que al finalizar la jornada y comerte el correspondiente bocata, raro era el recluta que se libraba de la carretilla o el mortero.
Recordareis que los fines de semana, libres de instrucción y que en teoría se dedicaban al descanso y a la salida para Aaiún la excusa para conseguir la mano de obra era pasar una revista de armas donde se pretendía deberíamos dejar como los chorros del oro unos viejos mosquetones mauser que nos habían asignado. Joder ¿recordáis? se libraban media docena ya que si conseguías limpiarlo pues tenías la corbata mal puesta. Con este panorama muchos conocimos el Aaiún al cabo de mes y medio. Todavía recuerdo las risas de mis amigos Cefe y Manolo Villa cuando extrañados de que nos les visitaba en su cuartel se presentaron un domingo en Hatarrambla y pude dedicarles diez minutos en el cuerpo de guardia ya que estaba arrestado a trabajar por ya no recuerdo en cual de las puñeteras listas figuraba ese día.
A lo largo de dos meses “disfrutamos” de aquellas instalaciones, la de piedras que recogimos para delimitar las mismas, también las blanqueamos con cal, llevamos cientos de carretillas de mortero y además aprendimos a desfilar como nadie y a que sonasen nuestras rodillas contra el suelo más que las de ningún otro ya fuesen pistolos o lejías en aquel tan ensayado “rindan” de la jura de bandera.
Recordareis al teniente citado, aquel gastador que era su sombra con todos sus ornamentos relucientes y que daba unos tacozamos que acojonaban, aquella perra que le seguía a todas partes y que más de una vez se metía entre las filas haciendo tropezar a más de uno terminando por los suelos. También un bastón de mando inseparable, gafas negras, así como otras “virtudes” que todos recordareis y que no merecen la pena comentar.
De Hatarrambla queda también en mi recuerdo aquellas frías noches. Aquellas retretas tiritando, sobre todo si habías tenido la suerte de que te hubiesen colado alguno de aquellos abrigos-minifalda a los que faltaban alguna manga (parecían la gabardina de Cantinflas) y que cambiaban todas las noches de dueño. Aquel cielo estrellado que tanto me impresiono, daba la sensación de que iban a caerse las estrellas de un momento a otro y aquel puto basurero donde fuese de día o de noche había siempre alguien esperando nuestros desperdicios. Cuantos chuscos robados terminaban allí cada noche.
También recordareis el calor insoportable a veces. Las camisas bu-bu. El bocata de media mañana. Los primeros sirocos. La puta cuerda por la que nos hacían trepar. El cabo Melilla y sus redobles al tambor. El “reparto” del teniente el día que se pelaron mal las patatas. Las marchas hasta el oasis de Messeyed. Los espejismos. Las practicas de tiro en la Sahia y como no el famoso marranito “Anda y cuéntamelo” así como el otro hit “Pata de Palo” además de los tres sargentos bengalíes-sobre todo el de mi sección José Soriano Teller- auténtico de Bengala.
Terminado este periodo toca separarse de los primeros amigos .Pedro el eibarrés marcha a Villa Cisneros junto a mi compañero de litera Antonio, tenía este una hija preciosa en Barcelona que añoraba y como quiera que su regreso a casa lo hacían desde allí no volvimos a vernos. El resto Marcos, Víctor, Tino y yo entre otros nos quedamos en Aaiún. Nadie quería como destino bases y destacamentos en el interior donde decían se pasaban canutas por la jodida soledad , las escaramuzas con el ejército marroquí -que los mandos trataban siempre de ocultar- así como el viento Siroco que terminaba por afectar al más pintado.
La Territorial cubría – unas veces en solitario y otras conjuntamente con otros cuerpos de ejército como Tropas Nómadas o la Legión – los pasos fronterizos
y otros enclaves estratégicos dentro de aquella inmensidad de territorio.
Fuera de Aaiún quedaban la 3ª Compañía instalada en Smara y que se encargaba de la zona Este y la 4ª en Villa Cisneros que se ocupaba del Sur y la costa al Oeste.

CUARTEL DE LA POLICÍA TERRITORIAL EN AAIÚN
Tras la Jura de bandera el día 25 de Marzo de 1973 fuimos llevados a nuestro nuevo destino. El cuartel estaba situado tras la Iglesia y tenía forma rectangular, cerrado al lateral por una larga tapia y al frente por otra con su puerta principal, las compañías al fondo, tras ellas la Sahia .Una serie de barracones de forma semicircular -típicos de todas las instalaciones militares en Sahara- a ambos lados de un pequeño patio con unos arbolitos en el centro.
Formaban el acuartelamiento la 1ª Compañía ocupada entre otros menesteres del orden público, la 2ª con pocos de nosotros ya que la mayoría estaba compuesta por saharauis y se ocupaban de patrullar los puestos fronterizos al Norte, la U.T. Unidad de transportes y Tráfico y la PMM Plana Mayor de Mando, también conocida por Unidad de Destinos y ocupada de los servicios propios del cuartel así como servicios en la Delegación del Gobierno. Había también una pequeña compañía de la Policía Armada.
Desde ese día fuimos “nombrados” Agentes de la Policía Territorial del Sahara.
Nos toco pertenecer a la PMM y presentados ante el sargento Lancho, que era quien cortaba el bacalao, fuimos recibiendo los destinos para los próximos doce meses, a mí me enviaron a la Oficina de Mando y dentro de ella el negociado de Hojas de Servicio, lugar donde su guardaban celosamente vida y milagros de los Oficiales y Suboficiales del cuartel y Gobernación. Al mando del negociado el brigada Manzanera, grande, rubio y buena persona, que falleció en el tiempo que duro allí mi estancia y como ayudante un veterano catalán Sergio Vives Ubeda con lo que yo pase a ser la “lefilla ” de la oficina de Hojas.
Compartíamos techo laboral con el Mando que recaía entonces en el Comandante López Huerta, otro despacho el Capitán Romero, un gastador Jaime Rodríguez Pla canario, Zuliki saharaui chofer y guardaespaldas del comandante (cuantas historias nos contaba sobre su tierra y costumbres)- sabe Dios o Alá que habrá sido de él – y dos veteranos Miguel Chaparro López de Burgos y José Tomás Román Capelo de Galapagar a posteriori padre de esa gran figura del toreo José Tomás. Aquella oficina y salvo alguna ocasión esporádica fue mi “hogar” hasta la licencia.
De Sergio, Jaime y Miguel y salvo algún contacto inicial no he vuelto a tener noticias, con Román Capelo, con quién compartí a diario, trabajo, risas-nos habíamos propuesto llevar aquello de la mejor manera posible- meriendas, salidas del cuartel y tantas confidencias producto de los lazos que aquella situación creaba, mantengo una buena amistad desde entones, hablamos a menudo, estando al día de nuestras cosas y nos vemos siempre que nos resulta posible.
También teníamos por Jefe, compartido con Mayoría, nuestro barracón vecino, al Capitán Lubary que hay que decirlo era un buenazo, cuantas quinielas sin éxito hicimos juntos ,el buen hombre se pasaba a media tarde los domingos a comentar cuantos llevábamos acertados. En Mayoría recuerdo a mi paisano Laureano San Juan, otro compañero de Calella y Ángel Alda, localizado por esa página extraordinaria de Sahara Mili al ver sus fotografías.
El resto de los “lefillas” del reemplazo quedamos distribuidos por diferentes servicios. Mi amigo segoviano Tino (Laurentino Martín Garcinuño) a servicios varios pero pronto fue ascendido a Cabo y se pegó la vidorra. Víctor Abasolo Zubicaray , vizcaíno y peluquero encargado de mantener nuestros cogotes a raya. Marcos enchufado en alguna delegación gubernativa. Antonio Mate Rut, malagueño y encargado de la Centralita y toques de llamada, que se hacían por medio de cinta magnetofónica. Mate futbolero y entrenador, joder , a los años salió en el Marca porque había entrenado al mismísimo Antonio Banderas en su años jóvenes. Se acordará siempre de aquel telegrama en clave que le enviaron desde su Club con unos resultados cifrados y por el que tuvo que dar un sin fin de explicaciones, debió de intervenir hasta el Cesid.
Además de estos unos cuantos madrileños castizos que nos sorprendieron con su jerga del cheli, pasa tío, menda etc. pero sobre todo buena gente y compañeros, entre ellos uno apodado el Cuqui imposible de olvidar por sus ocurrencias y mi compañero de litera el Gacela, padre de familia y del que guardo un grato recuerdo, también un mecánico vacilón Lorenzo de la Peña
Estos últimos, gentes de oficio, ocupaban la parte izquierda del cuartel donde se ubicaban servicios como mecánicos, albañiles, electricistas y fontaneros, zona que quedaba menos a la vista de los mandos. La fontanería era más bien un bar clandestino donde siempre eras bien recibido y donde tantas veces nos juntábamos los del reemplazo para echar un trago después de tocar silencio. Recuerdo allí a un segoviano
Había también un ramillete de veteranos que nos sacudieron de entrada la famosa “pastilla” para ponernos las pilas. De los veteranos guardo recuerdo de Julen Capetillo con familia en Ondarroa y que se apuntaba a nuestras meriendas en Hojas aportando unas fantásticas latas de bonito que le enviaba la familia. En la parte trasera de Hojas teníamos montada una cocinilla eléctrica donde un servidor salseaba, unos días huevos y otras patatas, dependiendo de lo que se podía levantar por la cocina o de los paquetes que nos llegaban de casa. Tino ¡que chorizos de Cantimpalos! Seguro que recordareis también a Luís Mariscal, torero aficionado, ”maletilla” por aquel entonces que se pasaba las siestas dando pases con la muleta al primer recluta que conseguía engañar, entre Carranza un cachondo cordobés que llegó un reemplazo posterior y yo improvisábamos una banda musical de pasodobles masivamente jaleada- ante la intensidad de la faena- que más de una vez terminaba con el regalo de unos refuerzos nocturnos por parte del sargento a los instigadores del evento.
En ese reemplazo siguiente llegó también Antonio Toledo Gallego, ceutí a quien ya había conocido en Hatarrambla un día que fuimos a tratar de animar a los reclutas.
Antonio por conocer sobradamente la actividad comercial y también, dicho sea de paso, porque el Sargento Lancho era paisano suyo, fue nombrado Cabo furriel con lo que esto representaba para mí su amigo. Se me acabaron los problemas de “intendencia” casera (cordones, botones, calcetines, betún, etc.) así como conseguir escaquear algún que otro refuerzo de guardia a cuenta de los pasodobles de Mariscal.
Con Antonio fueron muchas charlas, muchas confidencias, planes y proyectos de futuro así como un montón de cola-caos nocturnos en aquella furrielería, que terminaron fraguando una grandísima amistad mantenida posteriormente a lo largo de los años hasta que una noche de Septiembre el puto destino quiso acordarse de él en su querida Granada donde residía entonces. (q.e.p.d). Se me han ido ya algunos amigos pero de verdad que la marcha de este todavía la siento y me sigue jodiendo. Me enorgullece seguir manteniendo una estrecha amistad con su familia, se que para ellos también lo es la mía, se conocen nuestros hijos, espero que pronto nuestros nietos y quisiera que los que vengan después también recuerden aquella amistad que comenzó en Hatarrambla-Aaiún Sahara Occidental en el año 1973 entre dos desconocidos de San Sebastián y Ceuta.
También en el mismo reemplazo llegó mi paisano Félix Apalategui Milikua a la postre furriel de la 1ª Compañía y conocido en las retretas por la prolongación de su segundo apellido Milikuaaaaaaaaaaaaaaaaaa, así como Jesús cacereño de Cañaveral. A la lª Compañía llegaba también Ildefonso Cumplido, andaluz afincado en Valencia y quien me ha localizado gracias a esta gran labor de Juan Piqueras.
Entre todos, el cuartel no era muy grande, fuimos llevando aquello como pudimos. Los mandos- que nada tenían que ver con lo conocido hasta entonces-pasaban como nosotros los días contando unos lo que nos faltaba para la licencia y los otros para el próximo ascenso. Si bien creo que unos y otros terminamos admirando aquellas tierras y a sus gentes y cierto es que algunos de ellos estaban muy arraigados ya que habían permanecido allí varios años. De ellos además de los ya citados, recuerdo al comandante Labajos, al capitán Ballarín, al teniente Alvadalejo, al brigada Aguasca, al aguerrido sargento Lubary, a los sargentos saharauis Driss y Taami uld Abdesalam, así como un brigada canario, seco, moreno y delgado –con más guerra que el Capitán Trueno- de cuyo nombre no consigo acordarme, que se encargaba de los servicios además de fumarse un carro de mecánicos (Kruger) diarios, también el cabo saharaui Buda toda una institución en el cuartel y por último una celebridad conocida en todo el África Occidental El Cabo Mariano de cuya procedencia nadie sabía, tampoco donde dormía, cuantos años tenía, cuando le tocaba el ascenso, el porque tenía armamento propio, lo cierto es que era la mayor pesadilla del cuartel.
A nivel personal recuerdo: las merendolas en Hojas. Muchas tardes de cine en Las Dunas con Román Capelo y Miguel Chaparro. Las visitas al Batallón de Automóviles con Antonio Toledo y Tino a visitar a mis amigos Cefe y Manolo a los que se había unido José Manuel Arratibel paisano y compañero hasta el día de hoy de trabajo. Había en ese batallón un canario encargado de la cantina que además de ser uña y carne con mi amigo Cefe debía también de haberle jurado venganza a su sargento y nos ponía unos pelotazos por el morro que nos hacían volver a piñón fijo hasta el cuartel. También recuerdo las natillas que preparaba Arratibel principio de su gran carrera como cocinero.
La alubiada que preparó en el Bir mi amigo David-había quedado allí destinado-y a la que acudimos invitados los citados, alubias que fueron condimentadas con todos los “sacramentos” traídos de casa por un compañero de Beasain que volvía de permiso y que fue motivo de una tan larga sobremesa que días después no nos poníamos de acuerdo sobre en cuantos taxis volvimos al cuartel. Recuerdo la marcha licenciado de mi amigo Ceferino, la de Manolo Villa que volvían a mi barrio y con mi gente. El cajón con suministros que nos envió Román Capelo licenciado un mes de Diciembre.
Las lágrimas y el dolor del tiarrón del cabo Zuliki aquel 13 de Octubre de 1973 cuando un primo suyo el cabo Brahim fue abatido en una refriega en los llanos de Budher – no teníamos ni idea de donde quedaba aquello- y que ni el mismísimo comandante López Huerta conseguía consolar. Aquella noche , firmes y en silencio nos fue leída en la orden del día su muerte (guardo una copia de la misma)
El camino hacia Smara y luego a las bases de Hagunia, Schdeiría, Mahbes, Haussa y el posterior tristemente famoso-por un despiadado ataque de la aviación marroquí contra los saharauis que huían hacia Tinduf- destacamento de Tifariti , que agregado a Delegación Gubernativa por unos días y poco antes de licenciarme tuve la oportunidad de conocer, con gente de la 2º Compañía.
Y por supuesto que todos recordareis: las cartas de las novias. Como escribíamos a casa aparentando llevarlo bien. Lo poco que nos importaban los servicios en festivo. Los momentos de soledad. El recuerdo de fechas familiares. Los días interminables. El depósito de agua fría a la entrada de la Cía. El helado en las comidas. Los ronquidos del gallego. El Aupa Atletic de Víctor Abasolo el peluquero cuando llegaba de cubatas. Las dianas de Carranza el cordobés “todas las mañanas cuando me levanto tengo la pilila más dura que un canto”. Las horas de agua en las duchas. La cantina y sus cubatas en botella. Los partidos de fútbol en la Sahia .El tachón al día que terminaba. Como buscaba voluntarios el pater para la misa de los sábados. El sastre y como entallaba las camisas. La pesadilla de Mariano de semana, las retretas con el mismo-recordareis que cuando llegamos al cuartel y porque debía de haber matado un perro recientemente- cuando empezaba a pasar lista siempre alguno desde atrás le hacía el guau-guau ¿Quién ha sio? Otra vez guau-guau esta vez por el otro lado. Cuantas noches nos dejaba a toda la compañía en firmes mientras los demás de iban a dormir.
Los lavaderos. La terraza donde veíamos pasar casi al ras los aviones que volvían a casa. El turuta saharaui que de prueba nos estuvo atronando unos días. Los toques en el cuartel de Sidi Buya de la legión que se escuchaban en toda la Sahia. Las guardias y refuerzos con sus frías noches y su té caliente que preparaban y nos ofrecían nuestros compañeros de servicio saharauis. El pelma del cabo Buda y la marcialidad que de cachondeo le dábamos a sus órdenes. El puto refuerzo en el tejado de los depósitos con aquel callejón sin iluminar que de noche acojonaba. Carrero Blanco y el acojono general. El incendio del almacén de víveres en Colominas que nos llenó las taquillas del Sr.Jonny Walter, fueron tantas y tan sonadas las borracheras que hasta hubo amenaza de registro de taquillas, si bien creo que fué por el mosqueo de que bajó el consumo en la cantina. El paso ligero que nos colocó una noche a cuenta del güisqui el ya por entonces teniente Aguasca. La noche creo recordar del 19 de Enero de 1.974, gran fiesta en Donosti, en que precipitadamente apareció una patrulla de la 2ª con dos de los Lan Roverd agujereados en alguna refriega en la frontera. Con mucho sigilo nos fue levantando Antonio Toledo al refuerzo de guardia para tapar con lonas los automóviles hasta llevarlos a las Cocheras del Gobierno .El intento de plante en la cena de Nochebuena por el bajón en el nivel de la comida. La tanqueta antidisturbios y en su tronera el Sargento Lubary ensayando .La cantidad de cintas de cassete grabadas. .Lo poco que duro la mili en el Sahara de Carrete, aquel futbolista por entonces del Oviedo y de la Selección que fichaba aquel año 1973 por el Valencia y que se limito al campamento. Y seguro que todos recordáis a las hijas del Capitán Romero ¡ tela!

AAIÚN
Fuera de aquellos muros recordareis. El cine Las Dunas. El tocadiscos del Oasis. Los cubatas del Parador. La heladería del canario. El bar de Pepe el riojano. La Auto-escuela Sahara. Los aparatos Aiwa. El Apla. El 7 Up. Los tapices. Los relojes Seyko . Los cigarrillos Kruger, conocidos por mecánicos. El ron Areucas. El cupón. Correos y telégrafos. El Banesto. La piscina municipal. Las dunas hasta Cabeza Playa. La mirada al aeropuerto. El piquete diario a bajar bandera con la marcialidad de los lejías. Las visitas al Bir en busca de algún paisano. El barrio de Casa piedra .La cinta transportadora de fosfato en Bucraa. La Sahia y todos aquellos lugares por donde tantas y tantas veces pasamos en nuestra estancia.

EL REGRESO
Llegado su momento 15 de Abril de 1974 dependiendo del permiso disfrutado, después de unos días ya rebajados de servicio en el cuartel para “envidia” del resto de personal, tras recibir a los compañeros que volvían del interior – de justicia es decirlo que lo nuestro nada tuvo que ver con lo suyo -y tras una emotiva despedida de los que allí dejábamos, fuimos conducidos hasta el aeropuerto para salir hacia Madrid.
Recordareis que los de aviación sabían que en nuestros petates todavía quedaban abundantes reservas del incendio de Colominas con lo que un Sargento Primero quiso dar la nota haciéndonos abrir las bolsas. Todavía-de seguir allí- temblaría el mostrador de la hostia que pegó el teniente Alvadalejo además de ordenar que no se abriese ningún petate más de su gente.
Cuando bajamos en Cuatro Vientos había otra “pava” enfrente a punto de cargar para volver con nuevos reclutas al Aaiún. Creo que a todos se nos pasó por la cabeza nuestra misma situación quince meses antes, nos parecía una eternidad. Un intercambio de saludos, palabras de ánimo y como siempre ocurre alguno les recordó las mili que les quedaba. Pasado el tiempo y por los sucesos posteriores sabemos lo pasaron peor que nosotros.
Entre la pista y la calle quedaban unos cien metros y por medio otro mostrador con otro listo que se quedó boquiabierto cuando mirándole fijamente le dijimos que nuestras bolsas ya nos las habría nadie, que volvíamos del Sahara y que ya habíamos pagado suficiente tributo. Ya en la calle los últimos abrazos, algunos apuramos juntos el último cubata, intercambio de direcciones, un suerte y hasta siempre compañeros. Luego el tiempo y la distancia puñetera en aquellos tiempos considerable.
De nuevo en Donosti me encuentro con un amigo que cumple por entonces la mili en Loyola y me comenta cabreado que se ha quedado sin pase pernocta para ese fin de semana, os aseguro que me acordé de todos vosotros desde Aaiún a Tifariti y me dieron ganas de mandarlo a la mierda.
En todos los cuerpos de ejército y en su negociado de Hojas de Servicio quedará reflejado que algunos de sus regimientos o batallones estuvieron afincados en aquel territorio, los de la Policía Territorial -al igual supongo que Tropas Nómadas- y como quiera que fueron disueltos, el personal de reemplazo estaremos olvidados y no figuraremos en ningún registro más que en el de nuestra memoria.
Lamentando no abarcar más con mis recuerdos. Con mi agradecimiento a Juan Piqueras y a su extraordinaria idea . A los citados, a los omitidos y a todos los que pasasteis por la Territorial, sobre todo en aquel período.
Enero 73 – Abril 74, un fuerte abrazo allá donde estéis. Yo si sé que nunca vais a olvidar lo allí vivido.

Llanos Arévalo, Antonio. (SS) 07-07-2008
Policía Territorial.
El Aaiún. 1973-1974