PRELIMINAR
Como es sabido, desde que el servicio militar era obligatorio, de eso debe de hacer muchos años, se trataba de un período de plena disponibilidad para Ejército y sin contraprestación económica. El “mozo” debía interrumpir trabajo, estudios o su vida cotidiana para incorporarse. Y los familiares normalmente eran los que tenían que sostenerle durante esta etapa que en teoría era igual para todos, pero a cada uno le afectaba particularmente según su situación social, laboral, estudiantil etc. .Los destinos también eran diferentes, no era lo mismo hacer la mili al lado de casa, que tener que desplazarse a media o a larga distancia. Igualmente influía la época en que se realizara. La mili de principios del siglo pasado, no tenía que ver con la de mediados, con la de los años 70, o con la actual que ni siquiera es obligatoria y encima les pagan. Las condiciones hoy son otras y las necesidades de Defensa también. Debido al nivel de vida alcanzado, actualmente la gente a esa edad ya no es la primera vez que sale de casa como pasaba antes, no hay analfabetismo, aunque a la hora de aprender a convivir o a valerse por sí mismos, las dificultades siguen siendo las mismas o peores.
La que nos ha tocado vivir a nosotros mediados los años 70, a pesar de sus carencias y particularidades, ya no sería de las más duras y estaría en consonancia con el momento que se vivía entonces. Lo que la hizo diferente a otras es su localización en el SAHARA y lo que ello conlleva.
Esa es mi apreciación y recuerdos a treinta y pico de años vista y en estas líneas, y aunque suene a repetitivo, porque muchos compañeros ya contaron situaciones parecidas, trataré de relatar un poco esa experiencia mía y de otros, que también recordarán esas vivencias como suyas. Por eso la presente es: UNA HISTORIA MÁS

DE CIVIL A MILITAR
En Londres año 73, el consejo de otros emigrantes y de los mismos ingleses, era claro, “no vayas hacer la mili”. ¿para qué?. En Gran Bretaña ya no era obligatoria. Ellos no lo entendían
Para el que residía en un país extranjero, había una forma de evitarla y era permanecer fuera hasta los 28 años. Pero lo que se decía entonces era que: la mili hace hombres, sin la mili no consigues nada etc. Como las condiciones ya no eran tan duras y encima te podía tocar cerca de casa, opto por hacer el servicio militar.
Una vez pasado el sorteo y en la siguiente carta de la familia, llega la peor e inesperada noticia: TE HA TOCADO A AFRICA.
Referencias aunque muy antiguas, ya había alguna en la familia, y no todas buenas. El abuelo ya había “servido” en Marruecos cuando también F. Franco andaba por allí y que coincidió con tiempos de guerra.
Todavía había la posibilidad de no presentarse, pero no era aconsejable ya que las consecuencias podrían ser graves. Así que con resignación y el optimismo que dan los 21 años me decido a dejar el gris Londres por el soleado Sáhara. Unos 5000 Kms. hacia el Sur y por etapas.
La segunda parte del viaje arranca en el tren expreso de Galicia a Madrid y dura unas 14 horas. Con un grupo de gente, que iba para lo mismo, pero que daba la impresión que todavía no nos lo creíamos. La expedición se daba a conocer mutuamente, hablaban aparentemente sin preocupación y bromeaban, supongo que intentando espantar males. Todos vestidos de calle y muchos todavía luciendo melenas.
Estancia en un cuartel 2 días, donde uno ya se pierde en medio de la muchedumbre del reemplazo. Traslado al aeropuerto para tomar el avión que nos trasladaría al Sáhara. Para muchos el primer vuelo de su vida. Los aparatos eran arcaicos y parecía que no iban a resistir. Después de muchas sacudidas, tremendo frío y como unas 6 horas, llegada al Aaiún.
La primera impresión, deprimente. Inmensidad, soledad, miseria, lugar inhóspito. El personal que nos recibió parecía salido de otra civilización, mayores para su edad, quemados por el sol, las expresiones de perdonavidas y de estar amargados.
Transporte al BIR en camiones tipo mercancía y al llegar, en la penumbra, destino a unos barracones espartanos acompañados de los primeros gritos y los primeros improperios, que debían de tener reservados para nosotros. Los de la Legión mientras tanto trataban de todo el mundo se alistara, presentándonos todo lo suyo como un camino de rosas
Los primeros días pasan, entre cortes de pelo y la entrega de la ropa militar. La civil te obligaban a deshacerte de ella. En el momento de ponerse el uniforme parecía que te trasladabas a otro mundo. Era el mundo militar del Sahara.

EL CAMPAMENTO
Los adiestramientos y formación militar en el BIR se supone que serían similar al resto de los campamentos de la época, ya que no había ninguno que fuera un ejemplo de confort. Pero el campamento en el Sáhara Español, tenía un añadido de aislamiento y adaptación entre otras cosas a un clima extremo.
La familia, allegados y el domicilio, muy lejos y a unos cuantos meses sin poder verlos.
Los primeros momentos eran confusos y de expectativa. Nunca se sabía lo que venía a continuación. Había que acostumbrarse a aquello, y por si se te pasaba por la imaginación desertar, ya se te adelantaban y te decían que desertar allí, como la palabra mismo dice, era ir por el desierto. Posibilidad de sobrevivir nulas y que si te cogían los moros, sin ánimo de ofender, te cortaban los “cataplines”. O sea que lo único que te quedaba libre era la imaginación y el pensamiento.
Cuando preguntabas por los servicios, te señalaban los más amplios del mundo conocido por “el campo de las margaritas”, fuera de las murallas y con dos guardianes para que la gente se desplazara bien lejos. El baño se trataba de una visita colectiva, breve y esporádica a una playa pedregosa vecina.
Las comodidades así eran muy escasas y con pocas posibilidades de mejorarlas. Para los pocos momentos de ocio, estaba la cantina y poco más.
El trato personal era de lo más cuidado, para anularte. El contacto inmediato eran los auxiliares, que hacían el trabajo engorroso que seguramente estaría destinado a otros, y así se convertían en culpables. Es verdad que alguno se lo tomaba demasiado en serio y se pasaba. Como venganza se decía que ellos nunca llegaban a ser soldados, porque no pisaban un cuartel de verdad.
Claro que uno, que había sido seminarista, esta disciplina no le cogía por sorpresa ya había estado en muchas formaciones y visto como allí se repartían “ostias” de todos los tipos y tamaños y encima había que rezar. Era lo que se llevaba en aquellos tiempos.
El resto de los mandos, cuanto más alta era la graduación, menos se dejaban ver y así los que con los que más se convivía eran cabos y cabos 1º, que para nosotros era una graduación importante. A partir de ahí, tampoco las conocíamos muy bien, sobre todo al principio, pero suboficiales, oficiales y jefes eran una casta superior aparte y que a nosotros entonces nos parecían mayores (25 a 50 y pico años).
En la parte más crítica del campamento, cuando estábamos tratando de ambientarnos a la nueva vida, llegaba el domingo, que aunque nosotros no podíamos salir, venían otros a visitarnos. Se trataba de soldados que ya estaban destinados en los cuarteles, normalmente en el Aaiún, y que venían a veces a encontrarse con alguien conocido, o simplemente al azar. Hablabas con ellos, te animaban, te revelaban algún truquillo y descubrías que existía otra vida después de la Jura de Bandera. Con la moral un poco más alta, soportabas mejor el tiempo que quedaba hasta ese día.
Al aproximarse el día de la Jura, ya te habías acostumbrado un poco al BIR, y ya costaba un poco dejar aquello y los nuevos amigos que habías hecho, por un incierto destino, ya que no era igual para todos y algunos, otra vez, se tenían que ir lejos. Pero la Jura de Bandera era una fecha grande para los reclutas.

EL CUARTEL
La 1ª Batería del Regimiento de Artillería, fue el siguiente destino. Ya desde el principio significó otra cosa. Adquirías otra categoría. Ya eras un soldado Un trato más humano, más cercanía con los mandos y la “pastilla” llevadera. Disfrutabas de pequeños lujos. Un cabo 1º ni se saludaba a no ser que fuera profesional. Tenías taquilla, alguna ducha, posibilidad de pasar de alguna diana etc.
Se trataba de Artillería de Campaña y así cuando salía la Legión para alguna maniobra o ejercicio, nosotros, con unas piezas de artillería ligeras remolcadas a los camiones íbamos detrás apoyando. De esa manera recorrimos muchos kilómetros de desierto y también pernoctamos muchas veces fuera.
La comida, sobre todo a mediodía, aceptable dada la situación y cuando había “pollo al ajillo” se llenaba el aforo ya que era la especialidad de la casa. Las cenas más flojas pero cada uno se las ingeniaba para no tener que asistir. Sobre todo por no andar en formación.
Los tiempos estaban relativamente tranquilos, los veteranos estaban licenciando con pocas guardias y solo se esperaba que fueran pasando los días. Pero una tarde todo cambió. La gente estaba de paseo o en el cine, de repente la Policía Militar nos envió cada uno a su unidad. Se decía que MARRUECOS IBA A INVADIR EL SAHARA ESPAÑOL. A partir de ahí ya nunca volvió a ser igual.
Recogimos el equipo y salimos hacia el desierto. Acampamos, y la primera noche cenamos solo conservas. Con las prisas se olvidaron del pan. Los días siguientes fueron para acondicionar el asentamiento, para realizar prácticas de tiro, cavar trincheras etc. En fin preparándose para la guerra que afortunadamente no llegó. Aunque la moral de las tropas era alta y quizá por ignorancia, había unidades que no les importaría demostrar para lo que habían sido adiestrados.
La vuelta al cuartel después de varios días fue un alivio en parte, pero por otro lado ya vimos que las condiciones habían cambiado. Todo el mundo tenía una actividad frenética, haciendo guardias, sesiones interminables de municionamiento, ejercicios de todo tipo.
Hasta que se calmó un poco, con alguna que otra escaramuza, y en alerta. Las guardias se doblaron o triplicaron y además se trataba de guardias de verdad, con riesgo de que apareciera el enemigo, no solo algún mando. Había que patrullar por las calles del Aaiún etc., debido a que se había producido algún atentado con heridos y se hablaba mucho del Frente POLISARIO y rumores de todo tipo.
Incluso varió la comida ya que al cerrar la frontera, no dejaron pasar verduras y frutas frescas, que nunca nos faltaron, pero en conserva.
Aún con todos estos inconvenientes, los reemplazos seguían licenciando. Los que no disfrutamos de permiso licenciamos a los 13 meses y 20días. Hacia el final, los días se contaban de uno en uno, además anunciándolo ¡ me quedan 36 a tope! Otros reemplazos venían a sustituirlos, hasta que nos llegó nuestra hora. Y los que se quedaron también tuvieron sus dificultades con la Marcha Verde y demás. Pero eso que lo cuenten ellos.

CONCLUSION
Ha sido duro, aunque diferente, y algo exótico. Yo no me imagino haciendo la mili en otro sitio. Con la opción que tenía, si alguna vez me arrepiento de venir para hacer el servicio militar al Sáhara, más arrepentido estaría si vengo para hacerlo en otro lugar aunque fuera más cercano.
Debido a las dificultades, el compañerismo siempre estaba presente y surgieron amistades de por vida. Se conocieron excelentes personas tanto a nivel de tropa como a nivel de mandos, en el plano personal como en el profesional. Se pasaron ratos amargos pero también hubo momentos relajados y divertidos debido a que la juventud aprovecha cualquier posibilidad para que así sea, y se supera todo.
Aunque siempre queda la duda si todo ese sacrificio sirvió de algo después de las condiciones en que abandonó aquello así como a la población.


GLOSARIO

PERSONAS O PERSONAJES
EL BIOLOGO: Aprovechando que estaba allí, quiso hacer un estudio sobre la fauna Sahariana. Acabó con sus huesos en el calabozo, porque la solicitud no siguió el cauce reglamentario. No sé si lo llegó a hacer

EL GUAJE: Tuvo el honor de inaugurar las cogorzas del reemplazo. Aprovechó la estancia en el cuartel de transeúntes de Madrid. Le pusieron una inyección aparentemente con buen resultado porque al final apareció de pié

EL MAÑO: Iba el último de la formación en una sesión de gimnasia en al campamento. Un cabo de los que presumían de practicar artes marciales, le seguía, y le iba increpando. El maño se cansó, dio media vuelta, el cabo acabó en el suelo y él en el calabozo. Se comentó entrenaba con Perico Fernández.

EL PARACA: Debía de proceder de un ambiente poco desarrollado porque su aspecto físico era típico de la posguerra, analfabeto. El apodo se debía a que había sido rechazado por los paracaidistas. Cuando le ayudaban a escribir a casa, no se privaba de ir citando los “ascensos” que iba consiguiendo. Aficionado a revisar taquillas y a las bebidas con alcohol.

EL RECLUTA PACIFICO: En un ejercicio para aprender a lanzar granadas de mano, el teniente le dice recluta: Esto es muy fácil. Es como tirar una piedra. ¿Tú nunca has tirado piedra? No, mi teniente contestó el recluta.

EL TENIENTE ATENTO: Lo del saludo militar, en general estaba destinado a la tropa y personal de inferior graduación. El resto la mayoría de las veces sobre todo de superior a tropa, se lo ahorraban. Pero había un teniente que contestaba siempre. Si iba por la calle con el niño en brazos y le saludaban, él dejaba el niño a su señora y saludaba. Claro que algunos por verle la maniobra abusaban.

EL TENIENTE IMPACIENTE: Recién llegado de la Península, que eran los peores hasta que se adaptaban. Alto y fuerte. En una guardia le pidió el santo y seña a un centinela, y como el chico perecía que dudaba, le soltó un guantazo acorde al tamaño del del teniente. No sabía que el chico era un poco tartaja

HIPPY: Aunque estábamos en plena era hippy, no abundaban en el Sáhara. Lo que sí había eran I P Is, Todas las tardes en el BIR, tenían que asistir a clases después de la instrucción. Por eso antes de romper filas decían: ¡analfabetos, “hippys” y gentes de mal vivir, fuera!

PACO: (Nombre figurado). Era del Norte y muy grande, un chico que no tenía que haber hecho la mili porque mentalmente no era del todo capaz. Ocupó varios destinos poco cualificados. Un día le decía un capitán: ¡Paco eres tan burro como grande!. Cuentan que una tarde lo llevaron a las chicas alegres. Que la chica al ver el “armamento” de que disponía, se asustó y a gritos lo quiso echar de allí. El también se asustó y salió corriendo a medio vestir. Lo descubrieron y acabó en el calabozo.


FAUNA SAHARIANA ( O NO )
ARRUI: Imponente ejemplar cabrio autóctono del zoo de Artillería. Nos recordaba que él también era muy macho, estaba confinado y sin hembras.

CAIMAN: Este animal en el Sahara no existía. Pero en el BIR, era un arresto que consistía en hacer instrucción cuando los otros descansaban por la tarde

CHINCHE: Compañeros de las noches. Había campañas de desinfección a menudo incluso usando sopletes. No picaban a todo el mundo. Otros eran más grandes y a base de pequeños préstamos también chupaban lo que podían a algún incauto

HIENA: También en el zoo Artillería. Machacaba cualquier cosa entre sus mandíbulas. Se encontraba otro tipo de hiena amargada al que si alguien caía en sus manos, no dudaba en amargarle la existencia.

HORMIGA: Campeona de la marcha. Poseían patas largas y una velocidad como unas diez veces la europea. Un espectáculo verlas correr

LEFA: La víbora cornuda del desierto. Era peligrosa. También servía para asustar a los reclutas

LEON: No había, pero cuando los de transmisiones hacían prácticas, se situaban uno a una cierta distancia de otro y decían invariablemente: ¡ León 1 llamando a León 2 ¡ ¿ me escuchas ? ¡Cambio!

MOSCA: Abundantísima. Podían teñir un techo de negro. Incordiantes. Aprendías a pasar un poco de ellas

PAVO REAL: No es autóctono. Pero había. Unos solo tenían un uniforme otros unos galones, otros alguna estrella, y medallas. Las exibían como plumas vistosas

RATA: Existe la autóctona, que no se ve. Pero seguro que se referían a otra cuando en la primera cena en el BIR, nos llamaron ¡RATAS DEL DESIERTO!

TIGRE: No es africano. Pero si una mañana entrabas en un barracón antes de diana, daba la impresión de que estaban allí.


COSAS
BROMURO: Se decía que era al producto que le echaban al chocolate para aplacar los ardores sexuales, que por otra parte allí no servían de mucho ya había muy poco elemento femenino y la tropa estaba mal vista.

COLGANTE: Que todo el mundo llevaba al cuello. Consistía en un casquillo vacío al que se le incrustaba un cuerno de gacela o cualquier otra cosa.

CUERNOS: Se fabricaban con el grafito de unas pilas. Conectándolos a un enchufe y debido a las sales del agua podían hervir un vaso tan rápido como hoy un microondas. Se hacían cafés y desayunos infames.

DETONACION: De tipo pacífico. Se escuchó una noche pasando retreta. Como el culpable no salió y nadie lo delató, mitad de la formación pasó parte de la noche junto al palo de la bandera. Esto es compañerismo, por lo menos en parte.

PELLEJOS: Los que se iban sacando a los pocos días de estar en el Sáhara sobre todo de cara y brazos, ya que se cambiaba la piel.

POLICÍA: Uno de los primeros destinos. Te decían que con casco y porra. Al día siguiente, la realidad era con escoba y pala. Y los otros comentando: ¡la policía no es tonta!.¡Investiga!. ¡Papel aquí colilla allá!

POLVO: Omnipresente. Y cuando se iba cruzando el desierto, se acumulaba sobre las ropas en una gruesa capa. Del otro polvo mejor no hablar.

ROLLO: Al que le iba el rollo, le gustaba la vida militar y presumía de uniforme, armamento y marcialidad.

Eimil Campello, Antonio. 07-12-2008
Artillería.
El Aaiún. 1974-1975