II Encuentro Nacional

Asistentes.

  • Saharianos: 90

Álbumes de fotos.

Breve exposición sobre el desarrollo del encuentro

Se me han erizado los pelos de mi joroba al leer, dentro de lo que cabe, una tarjeta de identificación anotando Siroquín Camello Valiente, cuando yo siempre he sido Siroquín de Smara por haber nacido allí, protegido entre las patas de mi madre del siroco que soplaba el día 8 de Mayo de 1.969. Según me contaban mi madre Palmerita y mi padre Nomadón, era el más guapo, nací menudo, de suaves pelos arena clara, delicada y agradable joroba, ojos despiertos, bonitos morretes, orejas pichas, cuerpo resultón, mirada cautivadora, cascos grandes y bien acolchados para la arena, bonitas patas, rabo elegante y juguetón, avispado buscando mi primera leche…, que fue la primera leche que me dieron, de la que se acuerdan con frecuencia mis amigos…
La citada anotación debe ser la última ocurrente ocurrencia de un tal Juan Piqueras, el peor de todos los saharianos, el que tiene revueltos y perdidos entre dunas a todos los demás, al que engrandecen y encumbran por haber sido capaz de meterlos a todos en un redil al que llaman página de veteranos saharianos. De vez en cuando, les coloca la identificación o cencerro (no estoy seguro cómo debería llamarse), soltándolos para que se reúnan en otros pastos, dando así rienda suelta a sus instintos, que ellos llaman espíritu sahariano. Y así van y así les va, por su vida y por su edad.
No os voy a contar ahora penalidades ni padecimientos en mis patrullas con mi amo. Mis camélidos hermanos ya tienen bastante con los suyos y con sus dueños. Parece que todos ellos nacieron marcados para darnos lo que les pareció, que, en su lenguaje, llaman dar por el c…., mientras ellos lo pasan en grande, como yo si estuviera disfrutando en un mercado de camellos esperando nuevo dueño y fresca asfalfa, que me permitieran llevar una camellera vida más apacible. Pero lo que sí os voy a contar, tal como lo vi, lo viví y lo padecí, todo lo que viven y lo que hacen esta manada perdida y unida de saharianos. Y ahora voy a jorobar…
El día 28 de Septiembre, empiezan a aparecer saharianos por Toledo, husmeando por todas partes. Cuando mi amo sube a la habitación de su nueva jaima, que se llamaba Beatriz, sale a la terraza para comprobar si yo seguía atado a la palmera, pero no lo hizo. En la terraza de su izquierda, había otro sahariano para verificar lo mismo a su camello, y tampoco se preocupó. Al verse los dos, se olvidaron de nosotros, dejándonos descansar y dormir. Ellos, a lo suyo, se dieron un abrazo y a buscar más saharianos. Cuando más dormido estaba, aparece el dueño de mi montura dando gritos…, ¡¡¡que llega el tren!!! ¿de qué hablaría mi amo?
Otra vez a galopar, esta vez a la estación. A lo que alcanzo a comprender, el tren eran varios “asirocaos” (?), ya he aprendido algo más. Pues cinco a mis lomos y a la jaima otra vez. Cuando los dejé allí, no me volvió a ver la joroba en todo el día. Me fugué a un río que llaman Tajo para fregarme, beber agua y comer de las hierbas que comían unas cabras que asusté y espanté con mis dientes para que me dejaran en paz, ya que mi amo no lo hacía. Otros camellos amigos iban y venían, contándome lo que habían visto. Continuaron llegando saharianos, dándose gorrazos y abrazos de alegría al verse. Comieron cosas que yo no como, bebiendo agua tontona junto a sus “mujeras” hasta la noche, todos muy contentos por estar juntos. Al día siguiente llegó otra expedición de gente asirocada, salidos del mismo horno. Mis amigos camellos y yo estábamos también muy contentos, habíamos perdido a nuestros dueños. Lo suyo era otra vida, y la nuestra mejor. Aprovechando sus tardes tan ocupadas, muchos de nosotros nos echamos en sus jaimas una buena siesta a cuatro patas sueltas, con los morros en la mesita. Si luego les huele mal, que se echen con una regadera Varón Dandy que traen de su época, decía un camello de Auserd.
El día más grande para los veteranos saharianos fue el sábado 30 de Septiembre. Llegaban en oleadas; todos perplejos, sorprendidos e ilusionados perdiendo a sus “sargentos”, pero inmediatamente eran acogidas y saludadas por otras que se habían perdido antes, explicándose mutuamente quién era su “asirocao” y el destino de su Mili en el Sáhara. Los saharianos, a lo suyo; a saludar y abrazar compañeros a diestro y siniestro, así como “largarle una batallita” al primer compañero que se descuidara. Antes de pasar por recepción del hotel, lo mas serio y obligatorio era hacerlo por el Cuerpo de Guardia. Había que presentarse e identificarse como mandan las ordenanzas; de lo contrario, los mandaban a la pavera. Era necesario recoger información del Encuentro, las acreditaciones, los útiles correspondientes, el llavero, el cuelgabolsos para las patrullas por bares, cafeterías, restaurantes, comentar la primera impresión de la llegada, presentar adecuadamente a la “sargento” correspondiente, etc. Con saludos y abrazos, estuvieron ocupados hasta que tocaron fagina para tomar el pienso. A paso de maniobra, recordando su patrullar por la arena, se dirigieron, entre batallita y batallita, hacia el restaurante situado en el mismo hotel. Ordenadamente, siguiendo el rígido protocolo para estos casos, fueron colocándose en unas mesas redondas como a cada uno le dio la real gana. Pero no lo hicieron del todo mal, sino que, sin querer, les salió muy bien. De esta forma, se encontraron en la misma mesa nuevos reclutas con veteranos de anteriores encuentros. Como en la Mili, los reclutas se enriquecieron con la experiencia y sabiduría de padres y abuelos, y los veteranos con el aire fresco de la vida civil y con la gran alegría e ilusión de los nuevos reclutas en su primer encuentro. Al terminar la comida, los reclutas eran un poco veteranos y los veteranos un poco reclutas, es decir, todos iguales.
Concluido su compartido y hermanado rancho, gorras al techo de la jaima rompieron filas, volviendo hacia el hall del hotel, donde se organizaron diversas patrullas para efectuar un reconocimiento por la monumental Toledo. Algunas patrullas fueron mixtas, como ahora son en la Mili (ya les habría gustado a estos “asirocaos” en su época); otras, solamente de “sargentos” a su aire, armadas con el móvil apagado, sin batería o sin saldo en el fondo del bolso, y especializadas en tiendas de souvenirs y similares, dejando las visitas a los monumentos para el final, porque pensaban que los horarios eran incompatibles; el restante personal se quedó en el Cuerpo de Guardia y en el servicio de retén en el hotel, actualizando recuerdos y batallitas, mientras tomaban agua tontona para sofocar tanta emoción.
Ya anochecido, concluidas las patrullas y servicios, se marcharon en varios camiones hacia un nuevo restaurante. Nosotros, los camélidos, galopando detrás. Vuelta a empezar con sus alegrías, nosotros con penas en el estómado. Gracias a un oscuro parque cercano al que le hacía falta un buen podado, solventamos nuestro problema y el de los jardineros. De nada…, mañana a descansar. Una vez acomodados los saharianos y sus “sargentos” en las mesas, del mismo modo y orden que en la comida, hicieron la presentación oficial del encuentro dos “asirocaos”, a cuál más atacado. Todos aplaudieron y brindaron por los compañeros que, por diversas circunstancias, no pudieron asistir, deseándoles una pronta disposición y asistencia para los servicios y para los futuros encuentros. Pasarán lista de nuevo. La cena transcurrió por los más afectivos cauces de la amistad y del espíritu saharianos que todos disfrutan, alternando bocados de rancho con patrullas por otras mesas, para compartir momentos de convivencia más próxima entre ellos. Agradecieron profundamente a su compañero JOAN MARTIES ESQUIUS su gran cariño y corazón demostrados habitualmente hacia sus saharianos, brindando por él y por su gran generosidad con su excelente CAVA que siempre envía a los encuentros. Terminada la cena, los veteranos saharianos formaron escuadras y pelotones, patrullando por todas las mesas en busca del compañero y “sargento” pendiente de saludar y abrazar. No hubo resistencia, mutuamente rindieron sus armas al espíritu que les une. Regresaron los camiones para devolverlos a su Cuartel General de Toledo. Nosotros, los camellos, galopando de nuevo. Después de unas horas de convivencia trasnochada, el turuta tocó desafinado silencio, como siempre.
La mañana siguiente, día 1 de Octubre, fue la de los desayunos compartidos y emocionados. Comenzaron las tristes y amargas despedidas entre ellos y sus “sargentos”, prometiéndose entre abrazos y alguna lágrima rebelde volver pronto a ensillar sus camellos… Y todo esto, sin contar con nosotros. ¿Encontraremos algún día a quien nos proteja de tanta patrulla cargando en nuestras jorobadas jorobas a los que continuamente nos joroban el placer de descansar?
Finalmente, queridos amigos, saharianos y saharianas, os doy un fuerte beso en los “morros” porque os lo merecéis, porque, en el fondo, a los camélidos que montáis nos come la envidia de ser como sóis, de vuestro impecable espíritu sahariano que nos ha contagiado también a nosotros y de pensar que con cuatro patas se galopa más, pero se piensa menos que con dos.

Siroquín

Recopilación de comentarios de los asistentes (de los Libros y el Foro)

Dado el elevado numero de comentarios existentes no considero oportuno el repetirlos por lo que os remito al libro diario para que los leáis allí si no lo habéis hecho todavía. A partir de la anotación 1173 en adelante.