Exposición Fotográfica
10. La licencia: adiós al Sáhara
El camino a la licencia estaba jalonado por la partida de los más veteranos y la incorporación de nuevos reclutas. Cada reemplazo que llegaba era un ascenso, no reconocido oficialmente, pero si en la práctica. Mayor veteranía, más privilegios y más posibilidades de escaqueo. Antes habías visto partir con envidia a los que te habían precedido, agotado su tiempo de mili obligatoria.
En el Sáhara el tiempo se detenía y los días pasaban muy lentamente. Algunos los tachaban del calendario, otros preferían no mirarlo para no constatar cuanta mili les quedaba.
Por fin llegaba el gran día, devolvías el petate, el uniforme y las naylas; recuperabas la cartilla militar (verde o blanca, según la época de incorporación a filas), y la ropa y condición de civil. Te despedías, quizá para siempre, de tus compañeros de fatigas e iniciabas el viaje de regreso a casa contemplado con envidia por todos los que se quedaban. Hasta ese momento soñado, habían transcurrido muchos meses.
Con la licencia en la mano volvíamos a los lugares de origen, recorriendo a la inversa el camino de ida. Pero ya no éramos exactamente los mismos jóvenes de 14 meses antes. Habíamos vivido una aventura extraordinaria, más o menos dura según el carácter de cada uno y nuestras circunstancias personales, pero irrepetible e inolvidable.