Leyendas Saharianas, II

«UN PERMISO DE DIEZ DÍAS»

En diciembre de 1.973, siendo ya cabo en el Batallón de Infantería de Cabrerizas I, solicité y obtuve de mi Teniente Coronel 10 días de permiso para viajar a la península.-
No creo que fuera como premio a mi sufrida e ingrata labor por llevar las obras del chiringuito en Cabeza de Playa junto al viejo Batallón que se estaba construyendo por iniciativa propia del Tte. Coronel para disfrute de los oficiales y jefes del sector, más bien el permiso sería quizás porque me quitara de su vista unos días.- Me inclino por lo segundo, ya que nuestras relaciones, salvando la kilométrica distancia de grado, eran infernales, (para mí como es natural).-
Sometido a un grado de tensión constante porque las obras no prosperaban debido a que los soldados que ejercían de albañiles, decían que ellos habían ido allí para ser militares y no albañiles, unido a que el cemento con el que se hacían los hormigones y morteros provenían en gran parte de los sacos que se rompían cuando descargaban las barcazas, el cual se recogía del suelo y se echaban en sacos que después se acopiaban a la intemperie, con lo que el cemento, cuando se utilizada ya estaba medio fraguado y en terrones, que a su vez había que triturar para poderlo utilizar.- En fin, un poema todo ello que daba como resultado que aquella mezcla no pegaba ni de coña.-
En cualquier caso no iba a ser yo quien se lo preguntara a mi Tte. Coronel, así que cogí el petate y puse distancia de por medio.-
Este permiso era no recuperable, pues de haber sido de otra forma, no me lo habría tomado ya que era muy triste ver a compañeros que se iban 40 días de permiso y el día que tocaban “diana floreada” para su reemplazo, al tenerse que quedar para recuperarlos, se les veía hasta llorar.-
– El petate, iba más bien liviano de ropa, con tan solo una camisa unos calcetines y eso si, regalos para la familia entre los que se encontraban una Aiwa, bombones, unos prismáticos, tabaco etc. y una botella de Vat-69 para mi padre.-
Por tener la chaqueta del traje de paseo en pésimas condiciones y peor el pantalón, pedí permiso para ir con el pantalón de trabajo y el “chester”, que a veces se usaba como ropa de paseo.- Camisa de poliéster manga corta y botas reglamentarias.- Mi destino era a casa de mis padres en una población que se llama Socuéllamos, en la provincia de Ciudad Real.-
Al subir a la “Guagua” para dirigirme a Aaiún y que procedía del BIR-1, me encontré con la grata sorpresa de que viajaba entre otros mi buen amigo Luis, (nombre figurado).- Mi buen amigo Luis, era precisamente de Socuéllamos y comenzaba en esos momentos los 40 días de permiso recuperables a su pesar.- La alegría del evento y el ver que viajaríamos juntos hasta nuestro destino, nos produjo gran satisfacción.-
En el pueblo nos habíamos conocido mucho tiempo antes, pero en el BIR, forjamos una gran amistad, máxime que era de un reemplazo anterior al mío y obviamente me sirvió de guía a mi llegada al BIR de “puto” recluta; ayuda en esos momentos que jamás se olvida.-
A Luis, que pertenecía a la Plana Mayor del BIR-1, se le conocía allí por el sobrenombre del “El Panti”.-
“El Panti”, era a su vez el diminutivo de la Pantera Rosa.- Y todo esto, y según se decía, se fraguó un día estando de recluta en el que su compañía tenía servicio pero el quedó exento.-
Quedar exento, que en principio podría sonar bien, significaba que te quedabas en el barracón a la espera de lo que viniera y lo que viniera podía ser : descargar un trailer de cerveza, un camión de bloque de hormigón, de sacos de cemento, ( de los de 50kg, no como los de ahora), palear arena, apoyo a cocina, a limpieza, etc., etc. ….., era un verdadero peligro ver a media mañana aproximarse al Sargento hacia el barracón de los “exentos”.-
Por poco que se llevara allí, aun con riesgo de que te pillaran, se sabía que la solución era quitarte de en medio, (el prudente y práctico “escaqueo”), siguiendo la playa hacia el Norte, donde había una especie de cuevas perfectas para guarecerse del sol y del Siroco y que acompañado de unos bocatas y cervezas, hacían pasar un fantástico día de playa y en el que era costumbre bañarse en “pelota picá”.-
Luis, que era manchego, no estaba acostumbrado a la playa en plan de pasar el día y al parecer, estaría de tres a cuatros horas tomando el sol, lo que le produjo quemaduras en todo el cuerpo más que preocupantes.- Llevado al hospital de Aaiún lo embadurnaron con cremas como a una gamba rebozada y ya que nombro a la fauna marina, al volver al BIR, su color era tipo salmonete frito.-
“El Panti” Un DC-9, de Iberia hizo el trayecto Aaiún, Las Palmas y Madrid, aterrizando en Barajas próximos a la diez de la noche.-
Al bajar del avión, una noche estrellada pero sin luna nos dio la bienvenida junto con una temperatura ambiente de unos dos a tres grados, lo cual nos hizo echar de menos las “frescas” noches de guardia al sereno en el Sáhara, pues aunque tiempo atrás estábamos acostumbrados a la temperatura de invierno en la Mancha, la ropa que ambos traíamos, no era en absoluto la mínima indispensable.- No obstante sacando pecho llegamos a Madrid en el autobús y nos dirigimos a la estación de Atocha, donde nos informan que hasta las 7,30 no sale tren alguno hacía nuestro destino.- ¡Oh cruel realidad!. ¡Oh! vil putada ¡.-
Tanto en Atocha como en Barajas somos saludados y correspondemos con el saludo militar a cuantos soldados nos cruzamos, ya que nuestros uniformes color arena y el camello blanco sobre la media luna dorada no es usual verlo en la península y les llama la atención.-
Tras comer un bocadillo y algunas cervezas con un par de soldados de artillería que estaban de paso por Atocha, valoramos entre pasar la noche en una pensión ó salir a carretera a hacer auto-stop.-
Los artilleros nos aconsejan hacer auto-stop, ya que al menos en aquel tiempo un soldado no tiene problema en ser recogido, así pues, un taxi nos lleva a la gasolinera situada ya en carretera de Valencia.-
Con la alegría propia de estar a tan solo 180km de casa, nos frotábamos las manos frenéticamente oyendo al mismo tiempo el castañear de nuestros dientes y esperando que “algún alma caritativa” nos llevara.- Y las hay, porque el mismo “gasofa”, con el que entablamos animada conversación por haber tenido en Ceuta un hermano “legía”, nos recomendó a un señor más bien joven con un R-8 que acababa de repostar y que accedió con gusto a llevarnos al menos hasta Ocaña pues él tomaba la ruta del Sur.-
Pasamos el trayecto oyéndole el relato completo de su estancia en Tablada, (Sevilla), cuando hizo el servicio militar allá por 1.962, terminando cada episodio con un “¡ aquello sí que era mili, no las mariconadas de ahora !”.- Nosotros no dijimos ni “mu”, teniendo muy en cuenta que la calefacción de aquel R-8 rojo burdeos, era gloria bendita.-
Llegados a Ocaña, nudo en aquel tiempo entre Levante y Andalucía, nos despedimos de nuestro benefactor y de la calefacción de su maravilloso R-8, no sin antes aceptar con abierta sonrisa la invitación de que cuando alguna vez fuéramos por Dos Hermanas (Sevilla), pasásemos sin falta a saludarlo; obviamente quizás por las prisas se olvidó darnos la dirección, pero le quedó “fetén”.-
El sonido del motor se perdía hacia el Sur, mientras la oscuridad y un viento gélido azotaba aquella zona de encrucijada.- El relente de la noche despejada se hacia notar y de qué manera.-
Era tarde, más de las dos de la madrugada, cuando mi amigo Luis y yo parados en la cuneta con sendos petates en el suelo y las manos en los bolsillos, temblábamos de frío.-
A menudo pasaban coches, furgonetas, camiones, unas veces en grupo, otras aisladamente; a todos ellos cuando nos deslumbraban con sus faros les poníamos nuestros brazos en paralelo y con el dedo pulgar apuntando hacia el este, pero no había manera.-
Tras varios intentos fallidos, optamos por retirarnos del cruce de carreteras pensando que sería a lo mejor un sitio peligroso para parar y empezamos a andar con el petate al hombro y el otro brazo señalizando con el pulgar, después vino una curva por lo cual seguimos andando hasta una recta que ya se perdía en la distancia, y la poca luz que venía de Ocaña se terminó de acabar, quedándonos en la oscuridad bajo las estrellas.-
El buen humor siempre nos acompañó en esta extraña misión nocturna, si bien con humor no había forma de calentarse, por lo cual decidimos recurrir a la botella de Vat-69, que en principio a palo seco, como que raspaba un pelín pero a medida que pasaba el tiempo, se regularizo su paso haciéndose fluido, hasta el estómago.- No echamos de menos ni los vasos ni el hielo por estar a temperatura ambiente.-
Seguían pasando vehículos y yo me puse en el otro carril a fin de que si parara alguien, nos devolviera a Madrid, Ocaña, o donde fuera.- Tampoco paraban.- Pero, ¿ quién iba a parar a dos locos a las cuatro de la madrugada vistiendo una extraña ropa militar y con las orejeras de la gorras bajadas y abrochadas bajo la barbilla, uno en cada lado de la carretera y bebiendo en una botella de whisky ¿.-
A veces, alguno parecía que desacelerase e incluso a otros se le encendía momentáneamente el piloto trasero de frenada, acción que nos hacía coger el petate y correr hacia el vehículo, pero ¡ca!, volvía a acelerar.-
Con el estómago vacío desde el bocata en Atocha, pronto el calor interior subió proporcionalmente a la euforia que nos embargaba, ante lo cual me pareció genial y muy del momento la idea de mi amigo Luis de encender una hoguerita a la vera de N-IV, (creo).- Hoy te meten en la cárcel.- Fijo.
Puestos mano a la obra, empezamos a arrancar arbustos, ramitas, y cuanto encontramos en los alrededores para encender, siendo gratificante ver la llama y darnos un pequeño calentón, si bien duraba poco este matorral, así que las idas y venidas para buscar material que ardiera, ayudó también a entrar en calor.- Por este método es probable que desbrozáramos unos veinte metros a lo largo de la carretera.
Y ya metidos en laberinto, recordé que a mi madre le llevaba una generosa caja de bombones, con los que terminamos la botella de Vat-69.- Hubiera sido la fiesta completa si pudiéramos haber puesto en marcha el Aiwa al menos para oír las noticias del tiempo,……… pero, no llevaba pilas.-
Serían cerca de la seis de la madrugada cuando en uno de los intentos, un viejo Pegaso paró delante de nosotros.-
Ya dentro de la cabina y tras agradecer al camionero que hubiera parado, nos echamos los dos a llorar, quizás por lo caliente que se estaba dentro de la cabina, quizás por semejante cogorza que llevábamos encima, quizás por ver mas cerca nuestras casas…., no lo supimos.-
El conductor al que además de invitarle a bombones le contamos los últimos periplos, se quedaba en Mota del Cuervo, población en la que debíamos desviarnos hacia nuestro destino.- Paró en un bar del cruce y nos invitó a tomar un desayuno en condiciones, como lo hacen los manchegos en invierno, y tras despedirnos de él y dejarle el resto de los bombones aún tuvimos que coger dos coches para llegar a Socuéllamos sobre las nueve de la mañana.-
Llegado a casa y contada la nocturna aventura, mis padres no echaron en falta ni la caja de bombones ni la botella de Vat-69.-
Este fue mi primer día de los diez de permiso, (que en realidad fueron once), fue un día movido e imborrable de una época asimismo imborrable, ya que dos días después, el veinte de diciembre de 1973, el entonces Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco, era asesinado en Madrid.-
Temí lo peor, que me llamaran para volver de inmediato, pero por suerte no fue así.- Tras pasar la Navidad con mi familia me desplacé a Sevilla a ver a mi novia, hoy mi mujer.-
No tuve tiempo de buscar en Dos Hermanas al señor del R-8, por razones obvias, aunque me hubiera gustado, más que nada por si le quedaba alguna “batallita” por contar.-
Ya de regreso a Madrid, en Barajas antes de tomar el vuelo a Aaiún y para llegar en condiciones de revista, me sometí a un afeitado de lo más sofisticado con paños calientes y vaporosos incluido, que me resultó la mar de original, ya que hasta entonces siempre me había afeitado yo.- También me resultó sofisticada y original, la “clavada” que me pegaron, pero así se aprende antes.-
A mi vuelta al viejo cuartel de Cabrerizas, noté ambiente tenso y de lógica preocupación por los sucesos acaecidos días antes en la península, pero esa es otra historia…

Fin.

Orriach Espinosa, Francisco. (MA) 16-10-2003
Infantería.
Cabeza Playa, Bu Cráa. 1973-1974


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Relato 002.- «MI AMIGO FRANCISQUITO»
Relato 027.-  «UN PERMISO DE DIEZ DÍAS»
Relato 065.- «EL CHIRINGUITO»
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