“RETORNO AL BIR 40 AÑOS DESPUES”

(Extracto de mi libro “Regreso al Sahara”, mi visita al BIR Año 2009)
Se acercaba el momento culminante.
Partimos de la ciudad hacia nuestro principal objetivo: nuestro BIR, uno de los motivos, en mi caso creo que el principal, por el que nos íbamos a meter al cuerpo la friolera de 5000 Kms.
Queríamos verlo con nuestros propios ojos, queríamos comprobar que lo que nos habían contado era verdad, queríamos sentir, oler, escuchar, tocar, queríamos comprobar su degradación, su abandono, su soledad. Para ello dimos un rodeo por una carretera nueva que accede a las playas situadas al norte del que fuera nuestro campamento.
Son ahora estas playas donde las gentes acomodadas de El Aaiún tienen su segunda vivienda, una zona residencial en la que inclusive llegamos a distinguir piscinas, bordeada por una amplia avenida, en la que se afanan trabajadores tratando de limpiar la arena, que como siempre, se acumula sobre el asfalto. La gran cantidad de construcciones, protegidas por muros de hormigón para evitar el efecto del viento, ha hecho desaparecer la gran duna que divisábamos desde el campamento.
Ya lo vemos, ya estamos llegando, nuestro corazón se acelera, nuestras piernas flaquean a la hora de descender del coche. Ante nosotros una abertura en la tapia nos permite acceder al recinto. Mil sensaciones se agolpan en mi mente: de felicidad, después de 40 años quien me iba a decir que iba a poder estar de nuevo allí, de amargura, por contemplar el estado de las instalaciones, de sentimiento, al pensar cuantos de los que aquí estuvieron, no tendrán la oportunidad que yo ahora tengo.
La adrenalina empieza a cabalgar desaforadamente, ha llegado el momento de pisar de nuevo aquel lugar, de revivir situaciones pasadas, la mente se traslada a aquel tiempo y pareces esperar que de un momento a otro surja entre las ruinas el auxiliar de turno con su eterna cantinela “tu chaval, ¿se puede saber donde vas que no estás en la formación?”, pero no es así, nada ni nadie viene a romper el silencio que se fragua alrededor nuestro. Como si nos hubiéramos puesto previamente de acuerdo, nadie habla, imagino que cada uno de nosotros, estará atento a sus recuerdos, a sus emociones.
Un silencio casi religioso nos envuelve.
Solamente se escucha el ruido de la brisa. Nos llega desde la playa levantando la fina arena, arena que lo envuelve todo, que lo atrapa, lo inunda y lo hace desaparecer a nuestros ojos.
El patio de armas y las calles entre barracones, todo está sumergido por el abandono, por la desidia, por el desamparo. Como no recordar ahora las horas en que, armados de una caja vacía, nos empleaban en el llamado “servicio de policía”, consistente en no dejar ni un palmo de terreno del recinto sin limpiar.
Por las fotografías y el testimonio de los compañeros que estuvieron de visita en el año 2005 (Viaño, Piqueras, Roig, Blas, García, Joan), sabíamos que los barracones aunque muy deteriorados, todavía conservaban el recubrimiento de madera exterior, pero ahora ni eso. El grado de degradación, de abandono, es tal, que solamente se aprecian los “transistores” que formaban sus paredes. Así como el esqueleto metálico sobre el que se asientan. Viejos y herrumbrosos hierros, que impúdicamente exhiben al aire su desnudez carcomida por el efecto del agua y el viento.
Con precaución, para no ser detectados por la guardia que existe en la entrada, nos internamos entre los barracones abandonados. La cantina nos trae recuerdos inolvidables de tardes de merienda, de botellines de cerveza, de risas, de huevos fritos con patatas, de música en la máquina de discos que allí había, de juventud. No tenemos por menos que hacernos una fotografía al pie del recordado mostrador.
El compañero Albert Marín tiene la fortuna acercarse al que fuera su barracón y fotografiarse en la que fuera su ventana.
Un silencio sepulcral se deja sentir. En esos momentos entiendo a lo que se refería el compañero Joan Martínez al referirse al antiguo BIR “como algo fantasmal”, efectivamente, tiene algo de fantasmal, de misterioso, casi diría que de irreal.
Es cierto que el antiguo campamento parece poblado de fantasmas, fantasmas de los que en su día dejaron aquí lo mejor de su juventud, fantasmas de los que nos han dejado para siempre y no pueden disfrutar de estos momentos de añoranza, fantasmas de tantos y tantos de los que pasaron por sus desvencijadas y abandonadas instalaciones. No se oyen las risas de entonces, no se oyen las órdenes de entonces, solamente el silencio, silencio roto por el batir del viejo y oxidado trozo de hierro que se mueve mecido por la brisa que proviene del cercano Océano. De esta guisa, emocionados por el momento vivido, frustrados por cuanto hemos podido contemplar, con una sensación agridulce en los labios, echamos una última mirada desde lo alto de la tapia.
Ha llegado la hora de despedirnos del lugar, ahora si, ahora es casi seguro que esta será la última vez que nuestros ojos se fijen en las viejas instalaciones, en el arco de la entrada que vemos de soslayo desde donde nos encontramos, en el carcomido barracón donde pasamos tantas noches de soledad rodeados de compañeros y al que no hemos podido acceder pero hemos reconocido en la distancia.
Una lágrima rebelde pugna por salir de nuestros ojos y esta vez si, esta vez no hay razón para contenerla, dejamos que corra suavemente por nuestra mejilla y se deslice hasta la arena, arena tantas veces hollada por jóvenes pisadas.
Esa lagrima y una sencilla oración desde el interior, es lo último que puedo dejar en aquel lugar, me llevo su recuerdo roto, su visión dolorosa, pero estas malas sensaciones, no pueden ni podrán sustituir en mi corazón aquellos momentos, en el que joven, rodeado de más jóvenes, viví una de las más extraordinarias experiencias de mi vida.
Allí se queda el testimonio de tantos compañeros, la mayoría anónimos, que me acompañaron entonces y que hoy lo hacen en el recuerdo.

De La Cuesta Bellver, Fernando Jacinto. (M) 10-03-2016
Intendencia.
El Aaiún, Villa Cisneros. 1968-1969


Otros relatos del mismo autor:
Relato 036.- “SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO”
Relato 098.- “RETORNO AL BIR 40 AÑOS DESPUES”