«DE COMO RECALÉ EN EL SÁHARA-I»

Diciembre de 1974, después de haber Jurado Bandera en el C.I.R. nº 15 de Hoya Fría en Tenerife, fui destinado a la 6ª Cia., 2º Batallón del Regimiento de Infantería Canarias nº 50 (en adelante R.I.C. 50) en Las Palmas de Gran Canaria. A la sazón dicho Batallón se encontraba como expedicionario en el Sáhara, concretamente en Smara. Después de disfrutar de 4 días de permiso, me tenía que incorporar a mi primer destino: “Director de Fábrica”, o al menos así le entendí al sargento, pero en realidad lo que pretendía decir era “Directo pa’ Africa”.
Pero no fue tan directa la cosa, pues al incorporarme del permiso, por una vez funcionó “Radio Macuto”, el Batallón regresaba a Las Palmas, y así fue, dos días después el 2º Batallón regresó a casa, pero no todos, los cañones sin retroceso, camiones y Land Rovers se quedaron en Smara por si habría que volver, y claro, había que custodiarlas, por lo que algunos compañeros se quedaron allá.
A partir de ese momento, reestructuración: Ahora el 1er Batallón sería el que se preparaba para volver al Sáhara si fuere menester, y como el destino, no depende de nosotros mismos, sino de lo que Dios dispone y los mandos proponen, el mío fue: 1ª Cia., 1er Batallón, o sea, en cualquier momento pa´ Africa.
Mayo del 75. Después de unos meses de dura instrucción y un ascenso, ya soy Cabo, un Lunes por la tarde cuando estábamos vestidos de “bonito” para salir de paseo, el corneta de guardia realiza un toque que jamás había escuchado: Generala. A los pocos minutos también por vez primera vemos al Coronel con ropa de instrucción y pistola al cinto. Habían atacado un destacamento militar en Tifariti, nosotros todavía lo ignorábamos.
Revuelo general: ropa de combate, revisión de mochilas, casco, armamento, cargadores a tope, más munición a la mochila, mantas, etc. Empiezan a llegar los compañeros de permiso, pases pernoctas, enchufados, no se libra nadie. Cuando parecía que ya estaba todo preparado, vuelco en el estómago: nos reparten comida de emergencia, laterío de sardinas, carne, etc. y carburo para calentarla. Para rematar la faena, un paquete con vendas, gasas, esparadrapo, pirulas para depurar agua, para las diarreas, etc. etc…
A las 11 de la noche, toque de silencio, a la cama totalmente equipados, a los pies de la litera la mochila, en la cabecera el arma reglamentaria con el cargador repleto. Ni que decir tiene que en la mochila también viajaba como mínimo una botella de ron, así como en nuestros estómagos unos cuantos decilitros del preciado líquido, que nos daba un poco de ánimo.
A la 1 de la madrugada diana, al comedor, al regreso del comedor los parterres del acuartelamiento se regaban de café con leche.
Todavía no sé de donde aparecieron tantos camiones, a las 3 de la mañana partíamos hacia el aeropuerto de Gando, en la gran caravana viajábamos unos 800 hombres. En las inmediaciones del cuartel nos despedían agitando las manos y llorando, novias, amigos, hermanos, madres. Escolta de motoristas de la Guardia Civil, la Policía Municipal cortaba el tráfico, nosotros…… vía libre para el Sáhara.
En el Base Militar de Gando, nos esperaban los Douglas DC3 con los motores en marcha, antes del amanecer sale el primer contingente, destino: aeródromo militar de Smara, los primeros en llegar pisan suelo africano con las primeras luces del alba. Los DC3 volvían a Gando a por más hombres, al trote, con la mochila a la espalda, el casco en la cabeza, el Cetme en bandolera sobre el pecho, una caja de madera con linternas en la mano izquierda, y el banderín de la Cia. en la mano derecha, subo al avión como puedo, dando palos a diestro y siniestro con el mástil del banderín, sin proponérmelo claro está, hasta el Capitán probó el jarabe de palo.
Pasadas las nueve estamos volando sobre el Atlántico, silencio, solo miradas, uno de los motores perdía mas aceite que un congreso de gays. Atrás queda el mar, (no es fácil esto para un isleño), desierto, empezamos a perder altura y velocidad, ¿velocidad?, bueno, vamos más despacio. Divisamos el aeródromo de Smara el DC3 cruje y emite raros sonidos, comentario del Capitán en voz baja dirigiéndose a mí, “cabo, no sabía que los aviones tuvieran claxon”.
Aproximadamente las once de la mañana, bajo del avión casi como subí, solo que ahora estaba más aturdido, noche sin dormir, cargamento de utensilios y enseres, el viaje, estómago vacío, resaca. Miro y de momento solo veo una pequeña torre de control, angares, unos cuantos Saetas aparcados en formación, algún que otro helicóptero y coleguillas de aviación merodeando en torno nuestro con sonrisitas de sorna dibujadas en sus boquitas. Parecían decir “lo que os espera muchachos”, “nosotros, por lo menos, dormimos en literas, comemos caliente, nos duchamos a diario, tomamos cervecitas frescas, tenemos un trabajito suave, etc. etc.” ¡Cuanta razón tenían los condenados¡. Oigo acelerar motores, miro hacia atrás y aquel pájaro aceitoso que nos trajo reemprendía el vuelo hacia Las Palmas, se alejaba, casi con un atisbo de cariño susurré “vuelve pronto a por nosotros, ya no te temo, aunque pierdas aceite“.
Compañía formada en columna de tres, de frente paso de maniobra, salimos del recinto y ¡ahora sí! ya estamos pisando el desierto, ya voy espabilando, observando y comentando cuanto ocurre a nuestro alrededor. No siento nada especial, quizás un poco de angustia, no sabemos donde vamos ni cual es nuestra misión. Divisamos la ciudad Santa de Smara, la Alcazaba a la izquierda, detrás el cuartel de La Legión, a la derecha el de Tropas Nómadas.
Alto la compañía, romper filas y montar el campamento. Junto a una Tarja grande y solitaria de la que penden atados algunos huesos, cada cuatro hombres montan una pequeña tienda. Todavía no hemos llegado a la ciudad, estamos a unos metros del acuartelamiento de Tropas Nómadas (en adelante T.N.).
Aún no habíamos terminado de montar el campamento, el sargento: “Cabo, tu y seis hombres mas, vengan conmigo”, nos dirigimos al cuartel de T.N., recibo la primera orden, “sube a lo alto de ese camión de municiones y no sueltes de tus manos estas cajas”, multiplicadores de granadas de mano, sé a lo que me expongo, si se caen, pueden explotar (por simpatía) ¿les suena verdad?. Pasa mucho tiempo, me sudan las manos, desde lo alto del camión veo por primera vez un soldado nativo, es el conductor, me mira y saluda, devuelvo el saludo con una forzada sonrisa. Nueva orden “baja que tenemos que trasladar toda la carga a otro camión”.
Transcurre el tiempo, estoy en un montículo desde donde se divisa toda la ciudad de Smara, pasadizos subterráneos por todos lados, son polvorines, munición de todo tipo, desde cartuchería para las Parabellum hasta cohetes para los aviones de combate. Casi anochece, estamos desfallecidos, no sabemos cuantos camiones habremos cargado. Aparece el sargento en un Land Rover, “a sus órdenes mi sargento, con la novedad de informarle que no hemos comido nada durante todo el día”, se sorprende, casi nos habían olvidado.
Bajamos a la cuidad con el sargento, un bar con luces rojas, desciende y nos hace descender, ordena continuar al conductor, nos invita a entrar en el bar, las chicas le reciben muy afectuosamente, ya se conocían, él había estado anteriormente con el otro Batallón. Ellas también sabían cocinar , nos hacen una gran tortilla de papas, que con pan y cerveza supone el desayuno, almuerzo y cena de mi primer día en el Sáhara,. Paga el sargento. Enfilamos hacia el campamento guiados y protegidos por él, pistola en mano y paso tambaleante.
Reencuentro con los compañeros, en todas las tiendas y corrillos se sintonizaba “Radio Macuto”. Según últimas noticias la Plana Mayor (Cia. de Mando) se establecerá en Smara ciudad, la Segunda Cia. también se queda en Smara, pero en las “posiciones” que protegen la ciudad, polvorines, aeropuerto, carreteras etc., la Tercera Cia. a Shdeiria y la Primera Cia. al Puesto Avanzado de Mahbes. Los compañeros que llevaban bastante tiempo en el territorio, los que custodiaban el material que se había quedado de la expedición anterior, y que ya se habían integrado en sus respectivas Compañías, eran nuestras fuertes de información, pues ya conocían el terreno por experiencias o por referencias. Como es lógico nosotros solo preguntábamos por Mahbes, supimos que era el destacamento más lejano, que estaríamos muy cerca de las fronteras de Marruecos y de Argelia, que había un pequeño Fuerte que custodiaban unos pocos soldados de T.N. y también un minúsculo cuartel de Policía Territorial, (en adelante P.T.). Y la mejor información, ¡había excelente y abundante agua!, (muy importante esto para los que no nacimos camellos).
Durante ese día muchos de mis compañeros tuvieron la oportunidad de subir al pueblo, y aprovecharon para enviar cartas a sus familias, comprar sellos de correo, sobres, comida y algunos pudieron hasta hablar por teléfono.
Aún tenía hambre, no recuerdo como, pero me encuentro en el interior de una tienda sobre una manta, ante una suculenta lata de sardinas, pan y una botella de ron. Algún compañero que sabía lo ocurrido durante el día, tuvo ese detalle.¡¡¡Primera lección!!!.
Los compañeros seguían charlando, pero la tortilla, las sardinas, el pan, las cervezas, el ron…… y el cansancio, hacen que me quede dormido profundamente.
Durante nuestra ausencia del campamento, a los soldados que fueron conmigo a cargar munición y a mí, nos habían asignado un turno de guardia durante la noche, nuestros compañeros nos lo dijeron al día siguiente, algunos de ellos la hicieron por nosotros, para que continuáramos descansando. ¡¡¡Segunda gran lección!!!.
¡¡¡Nace en nosotros el compañerismo de los soldados del Sáhara!!!.
Empezamos a comprender que en aquel territorio y en aquellas circunstancias, había que estar hombro con hombro. Todo era de todos.
Suena la corneta: Diana. He pasado mi primera noche en Sáhara.

Me llamo García Santana, Pedro. Soy de Agaete, Gran Canaria.
Pertenecí al 4º Llamamiento de 1974.
Serví en la Primera Compañía del Regimiento de Infantería Canarias Nº 50.

Aún tengo algunas historias y anécdotas que contar, así que si les parece bien, lo seguiremos haciendo.

Me considero un soldado del Sahara.
Un abrazo para todos.

García Santana, Pedro. (GC)
Infantería, Canarias 50


Otros relatos del mismo autor:
Relato 008a.- «DE COMO RECALÉ EN EL SÁHARA-I»
Relato 008b.- «DE COMO RECALÉ EN EL SÁHARA-II»