“EXPERIENCIAS SAHARIANAS”

El 30 de Junio de1964, salía de mi casa, con destino al Batallón de Zapadores del Sahara en el 2º reemplazo.
Soy agricultor y deje la cosecha sin recoger. Mi padre ya decrepito, tuvo que hacerse cargo, como buenamente pudo de esa labor, mientras yo me iba de «vacaciones» 17 meses al Aaiún.
Soy hijo único y a mis padres, como a todos vosotros me imagino, les cayo como un rayo que me tocara a África y como una bomba lo del Sahara. Todo lo contrario que a mí, que siempre me ha gustado la aventura, y el desierto prometía mucho y tanto que sí…..
Fui el primero de mi pueblo en salir con ese destino y las abuelas, me decían: «llévate agua niño».
Después de muchos «vetuperios» que harían interminable esta carta, llegamos a la playa del Aaiún donde, como muchos de vosotros, tuvimos que bajar de la cubierta del «Alcacer de Valencia» que nos había traído hasta allí en unas condiciones infrahumanas (reíros de Kunta Kinte). Allí tendidos en colchonetas de borra o paja hacinados un montón de «reclutas» mareados, metidos en un mar de vomitonas, meadas y cagadas por que no se tenia ánimo ni para salir de la bodega y los que salíamos, muy pocos, al water nos encontrábamos con un tenderete hecho de barras de hierro cubierto con un plástico negro alojado fuera de la borda para que no manchásemos el casco. Allí agarrados como lapas a la estructura de hierro, para no caer al mar por el agujero, mientras alguna ola nos salpicaba el culo, cuando menos lo esperabas, pegándote un buen susto. Cuando salías de allí te esperaba otra prueba de cuidado: bajar a la bodega de nuevo. Asomabas la nariz por la puerta y salía un hedor insoportable como podéis imaginar que te quitaba las ganas de bajar. La mayor parte no habían visto el mar, ni por supuesto montado en un barco y llevábamos tres días con sus noches metidos allá abajo. Fue una odisea o un milagro si salimos todos vivos de allí.
Si el barco daba saltos, los anfibios los daban mortales. Tuvimos que tirar la maleta o el petate al anfibio, algunos cayeron dentro,….. y luego lanzarnos nosotros desde una escala de cuerda que si te despistabas, te pillaban el pie entre el casco del barco y el anfibio y te lo hacían nuevo.
Cuando llegamos a la playa creímos estar a salvo pero… !que va¡ nos estaban esperando los barberos con sus maquinillas rugiendo dejándonos las cabezas como bolas de billar, irreconocibles si a eso le añades los tirones de la maquinilla, arrancándonos pelo, cada vez que se le metía un grano de arena, que también soplaba el «Siroco» y la barbería tenia un cielo raso que maravillaba como se iba el pelo volando…..nos patinaban las moscas por el cráneo.
Nos asignaron la tienda de campaña del cabo Porrero (de León). Tenia capacidad para 14 y nos metieron a 17 mas los chinches. Cada vez que nos tocaba la lona en la cabeza parecía que nos removía los sesos.
La ropa nos la dieron a medida, eso si…… a medida que iba saliendo del fardo. Después tenias que ir buscando a quien le había tocado tu talla para cambiársela. Lo mismo con las botas.
Para beber, teníamos unos bidones de hojalata calentados por el sol y con una agua que «puaf » además de caliente, era salada.
A las 6 de la mañana, oímos tocar una corneta que parece fue la señal para que todos los instructores se metiesen en las tiendas dándonos correazos hasta en el carnet de identidad. Aquella tienda parecía que iba a saltar por los aires de los saltos que dábamos para escapar semidesnudos de la barbarie. Cuando aun no sabíamos lo que era el toque de «Diana» esta fue la manera de enseñárnosla salvajemente eso sí.
Para desayunar tuvimos que vaciar la arena que se había acumulado en las perolas e ir a buscar lo que decían era café con leche. Para lavar las perolas, como no teníamos el agua abundante, teníamos que restregarlas con arena eso si quedaban tan limpias como la patena (tengo foto con Vicente limpiándolas).
Este tal Vicente era un primo lejano, que al tener el mismo apellido y ser de la misma quinta y de la misma provincia, nos toco el mismo destino. El, como era de secano, no sabia nadar y le dejé el reloj para que me lo guardara mientras yo me bañaba. Va que llegó el sargento, repartiendo «estopa» y Vicente fue hombre al agua, cuando salió del reloj salían hasta calamares, pues se rompió el cristal al darle un golpe en el poste de la tienda, cuando escapaba aterrado de los correazos de los instructores.
Bueno, pues entre la arena y el agua del mar se quedó el pobre «Dogma» bloqueado completamente hasta se puso verde la esfera. Lo lleve a casa cuando me licencie y años después hasta jugaban mis hijos con él arrancándole alguna saeta que otra. Un buen día salió Uri Geles por la televisión diciendo que podía doblar cucharas y poner en marcha relojes si seguían las instrucciones desde casa. Mi mujer cogió el reloj y siguió las instrucciones a pesar de mis dudas sobre que pudiese funcionar (aquello era imposible). Y sin embargo, ¡se puso en marcha! nos sorprendió tanto como es natural que hasta los vecinos y amigos nos visitaban para ver el milagro….Duró mientras nos acordamos de darle cuerda.
Juramos bandera en Cabeza de playa ante la del tercer tercio Sahariano Don Juan de Austria. Entonces el campamento solo era de tiendas de campaña, pues fue el primer campamento que se hacia allí, nuestros veteranos lo hicieron en Edchera.
Nos llevaron al cuartel, vaya sorpresa al ver las casas con un huevo encima y los barracones como medios tubos gigantes. Allí por fin teníamos camas (literas de tres de altura) yo cogí la mas alta y ya no volví a formar al toque de diana.
Vi llover ranas en una ocasión, las calles estaban llenas de ellas y hubo bastantes accidentes por lo resbaladizo que se puso el suelo. Llovió tanto que la Sahia se lleno de agua, tanto es así que uno, no sé de donde sacó una barca con vela, se puso a navegar por ella, esto era el día que nos dieron la despedida del soldado. Estaba tendido en la Sahia cuando Florentino Merino (un compañero de Burgos) viene hasta mí y me dice: Calvo, ¿tu sabes nadar? Es que el de la barca, se está ahogando. Sin pensarlo un momento me lancé al agua, noté como me pasaban las alambradas rozándome el vientre, pero seguí nadando hasta la barca que estaba en medio de la Sahia yo creía que todos harían lo mismo pero… ¡qué va!… solo dos se tiraron tras de mí y los tuvieron que sacar por corte de digestión a los pocos metros. Cuando llegue a la barca estaba sola, me subí al casco para ver donde estaba el accidentado y no vi a nadie, me tiré de nuevo al agua y buceé debajo de la barca pero el agua estaba turbia y no se veía nada, busqué con las manos pero solo encontré matojos, como ya no se podía hacer nada mas volví a la orilla, que estaba llena de personas gritando pero sin hacer nada por el pobre compañero al que yo ni conocía y que después, me han dicho, se llamaba Justino Osoro y que era de Rentería (Guipúzcoa)
En la Orden nº 117 del Bón. de Zapadores del día 30 de octubre del 1965 puede leerse, entre otras cosas: » Articulo 2º.- ACTO DE HEROISMO,- El cabo Ramón Calvo Aramayo y los soldados Manuel Arévalo López y José Suárez Meliá, todos de este Bón, pusieron de manifiesto el 29 del actual, su elevado espíritu militar y compañerismo, al arrojarse con riesgo de su propia vida a la Sahia El Hamrra a fin de salvar a un semejante, lo que se publica en la Orden del día de la fecha para satisfacción de los interesados y estimulo de los demás, debiendo anotarse tan humanitaria acción en sus filiaciones.
El año que viene hará 25 años que nos juntamos una treintena de compañeros que hicimos la mili en el Sahara, para celebrar nuestro reencuentro, los cuales han solicitado al ministro de defensa correspondiente la concesión de la Cruz al merito militar por este hecho y a pesar de que por derecho me corresponde según el reglamento de recompensas de 26 de Mayo de 1926, vigente en aquel momento, se nos deniega por considerar el J.E.M.E que ya tuve bastante premio con salir en la orden (esta cruz ha sido concedida a otras personas que sin arriesgar sus vidas la tienen). Consideramos que es un desprecio hacia nosotros que por el contrario teníamos que derramar hasta la ultima gota de nuestra sangre por la patria sin tener un reconocimiento adecuado por quienes la representan sin representarnos a nosotros.
Arturo Pérez Reverte en Cabo Trafalgar dice refiriéndose al desastre: «Allí (Inglaterra) a los hombres de mérito, se les premia mientras que nosotros, insensatos estúpidos, derramando el oro a manos llenas en los bolsillos más indignos, se lo regateamos a quien trabaja y se lo merece.»
Prologo de este libro.-«…..Por una parte ascensos a quienes no habían asistido a la batalla (algunos incluso hasta Capitán General) por otra denegaciones de pensiones a viudas y huérfanos….»
A pesar de tanto defensor del pueblo, del soldado, etc…..»En esta España corrupta oportunista (A.P.R. Semanal nº 976) que no es mas hija de puta por que no puede, las únicas alternativas son la sonrisa abyecta cuando se es débil o el exterminio despiadado del adversario cuando hay poder suficiente y ocasión para ello».
Mi padre me decía el pobre: «En la mili te harán un hombre». Como me iba a hacer si los capitanes y sargentos se vendían nuestro «rancho», la alfalfa que nos mandaban desde la península para nuestros camellos se la comían algunas veces los camellos de nuestros enemigos los argelinos, transportada en camiones del E.T. conducidos por soldados de reemplazo. Otros se vendían el cemento pagado con nuestros impuestos y hacían cavar cal a los soldados para suplirlo en las obras. Todos conocemos las repostadas de algunos camiones: ponían 10 litros y apuntaban 20. Cuantos asistentes de pelo en pecho tenían que lavarle los calzoncillos a su teniente o capitán porque era una orden….Éste es el ejercito español, no me extraña que nos denieguen la cruz, pues quizá sean los mismos a los que se les tenían que lavar los calzoncillos, los que hoy nos niegan nuestros derechos.

Calvo Aramayo, Ramón. (HU) 23-08-2006
Ingenieros, Zapadores
El Aaiún. 1964-1965