«MI ANGEL DE LA GUARDA, ‘PERET’ «

El 21 de Julio de 1975 (si no me equivoco) varios artistas, entre ellos el cantante Peret visitaron El Aaiún. Actuaron en el cuartel del III Tercio en Sidi Buya, donde yo estaba destinado. Sobre ese evento os cuento una anécdota.
Ese día yo estaba de “económico” en las oficinas de Mayoría. Me había presentado como voluntario para ese servicio porque me enteré que el escenario se iba a montar prácticamente delante de la puerta de las oficinas y así́ yo tendría la oportunidad de ser un espectador privilegiado. Efectivamente así́ fue, pero de una forma algo distinta a lo que yo me había imaginado. Se decidió́ que dada la proximidad de Mayoría con respecto al escenario, seria utilizada como vestuario de las artistas femeninas, creo recordar a Karina, Rosa Morena, Arena Caliente…. En definitiva que tuve que estar prácticamente todo el tiempo de “plantón” en la puerta para “preservar” la intimidad del elenco femenino. En dicha situación aparezco en las imágenes que grabó TVE del festival y que luego fueron utilizadas hace unos años en un documental sobre el Sahara y su abandono por parte de España. Por cierto, he intentado localizar ese documental para guardarlo entre mes recuerdos y no lo he conseguido, agradecería cualquier pista que me ayude en esa búsqueda.
Al acabar las actuaciones y una vez «liberadas» las oficinas, ya muy tarde, procedí́ a revisar el estado en que quedaban las instalaciones, tomarme unos minutos de relajo mientras tomaba una copilla de whisky de una botella que habían quedado olvidada después del sarao y que dejé convenientemente “archivada” para posteriores usos.
Después de cerrar, al dirigirme a mi compañía a dormir, me apeteció́ que en lugar de rodear la explanada como hacía habitualmente porque siempre pensé que cuanto menos se dejaba uno ver menos problemas se encontraban, decidí cruzarla de parte a parte, andando despacio, disfrutando del silencio de aquella hora. Ufff, craso error.
Cuando casi me hallaba en el centro, o sea, más visible que una mosca en un folio en blanco porque estaba a contraluz de las luces del cuerpo de guardia, divisé dos figuras uniformadas que se acercaban a mi, dirigiéndose con toda seguridad al cuerpo de guardia para salir de cuartel, y en el pecho de una de ellas el brillo de un “parche” con sus correspondientes estrellas. Me dije a mi mismo: «Miguel, eres gilipollas, ya verás ahora en que problema te has metido por culpa de tus romanticismos nocturnos, que explicaciones creíbles vas a dar si te las piden» “¿Qué vengo de cerrar el vestuario de las artistas?, veremos si se lo creen”. Cambié inmediatamente, sensatamente pensé́ yo, de rumbo para desaparecer de su camino, deseando pasar desapercibido y que dada la hora que era, nadie se tomara la molestia entretenerse a preguntarme nada, al mismo tiempo que oigo lo que temía: «A ver… tú, ven para aquí́» Era un capitán y ¡el cantante Peret vestido de legionario! que se aguantaban el uno al otro víctimas de las muchas alegrías alcohólicas que se habían dado. Con mi mala suerte de aquella noche hasta llegué a pensar que iban a dar cuenta de lo que quedaba e la botella de whisky que hallé “abandonada” y que dejé “archivada” como reserva estratégica para emergencias. Me presenté al capitán que me preguntó: “¿tú que haces a estas horas de paseo?” le respondí́: “mi capitán acabo de cerrar la oficina y voy a mi compañía a dormir” el capitán: “¿Cerrar la oficina a estas horas?” Empezó́ a interrogarme, ¿Qué oficina? ¿Qué haces tú en esa oficina? ¿Porqué has estado hasta esta hora en la oficina? ¿Tú te crees que me voy a creer esa historia? Etc. etc. buscando algún motivo para empapelarme. Yo dudaba entre seguir dando explicaciones o quedarme callado hasta que parara de hacerme preguntas sin darme tiempo a responderlas. Empecé́ a pensar que dada la cercanía del cuerpo de guardia de principal se le ocurriría hacerme arrestar en la prevención y me dejara allí́ hasta la mañana siguiente si es que se acordaba de mi. En cualquier caso (pensé́), siempre que se enviaba a alguien a la prevención, el oficial de guardia hacia llamar a quien constaba en su lista como depositario de las llaves de Mayoría y responsable del archivo de tropa para pedir que le proporcionara una copia de su ficha, y ese era yo, con lo cual se aclararía el entuerto. Pero mi ángel de la guarda estaba allí́, al lado del capitán y vestido de legionario: «Deja al chaval que se vaya a dormir hombre» “Vámonos que estamos perdiendo el tiempo” “¿Pero no ves que el chaval está deseando ir a descansar?” Insistió́ en ello varias veces hasta que le convenció́ de que me dejara marchar al mismo tiempo que me decía: “Ya me enteraré yo mañana si lo que me cuentas es cierto, ya te buscaré”. Me fui a paso ligero antes de darle tiempo a cambiar de opinión y pensando para mis adentros: “Seguro que tú mañana te vas a acordar de algo”.
A la mañana siguiente al incorporarme a mi destino en la oficina lo primero que hice fue fijarme en la cara del teniente jefe del negociado, “a sus ordenes mi teniente, buenos días”. No estuve demasiado tranquilo, tuve toda la mañana las orejas y los ojos más atentos que nunca a quienes entraban en las oficinas y el semblante que lucían y si se dirigía al teniente y qué le decían. Mi presencia a aquellas horas en la explanada del cuartel podía justificarla, ya había dejado aviso para cuando se pasara lista por la noche, pero siempre es mejor no verte obligado a hacerlo y cuando todo se ha hecho de palabra, nada por escrito.
A la hora de comer ya di por seguro que el capitán jamás se acordaría de mi y no sé si tampoco de su compañero de alegrías. Pasé por delante de donde estaba destinado el capitán cuando me dirigía a comer en el segundo turno, estaba allí́, a punto de salir hablando con alguien y no sé porque motivo, no sé si por asegurarme de que no se acordaba del incidente o por el juego y aquel sabor que tiene el riesgo, aminoré el paso, dejé que cruzara por delante de mí, le hice el saludo reglamentario y seguí́ mi camino de bajada hacia el comedor.
Tengo que confesar que en esos pocos metros y hasta que no entré en el comedor, temiendo que me reconociera, me iba diciendo a mí mismo: “Miguel, sigues siendo gilipollas, con suerte, pero gilipollas” ¡GRACIAS PERET!

Crisóstomo, Miguel. (B) 22-11-2012
La Legión, III Tercio
Sidi Buya. 1975


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Relato 084.- «MI ANGEL DE LA GUARDA, ‘PERET’ »
Relato 087.- «TE ARREGLARON LA VISTA YA CHICO»