«RECUERDO DE EDCHERA»

Mi nombre es José Jaramillo Díaz, antiguo caballero legionario que se alistó al cuerpo como voluntario hace ya muchos años. Me alisté el 15 abril de 1955 por tres años. Después de pasar por Madrid, el destino quiso que fuese destinado al tercio Gran Capitán I de la legión y fuese enviado a fundar en el Sahara, la XIII bandera móvil independiente de la legión, de la cual forme parte en la 1a compañía, 2a sección. El destino quiso también, que fuera 1o aprovisionador de ametralladora y que me encontrara allí el día del que voy a contar mi experiencia y que sobreviviera a aquella batalla. No fue la única batalla que libramos allí, pero aquella es la más recordada por la heroica victoria y las sufridas perdidas.
Ese día no es otro que el 13 de enero de 1958, una fecha que jamás olvidare. Hoy recordare todo aquello que parecía olvidado, pero que es imposible de olvidar. Olvidado pues desde mi salida del cuerpo, jamás he vuelto a tener contacto con ninguno de aquellos caballeros legionarios, que conmigo sirvieron con valor y defendieron nuestra nación y nuestra bandera. Unos acontecimientos que nunca compartí con nadie, pues poca o ninguna persona conocida por mí, tenía conocimiento de aquello que allí sucedió.
Todo cuanto relatare son mis propias experiencias vividas ese día, teniendo en cuenta que son vagos recuerdos de hace ya casi 60 años que poco o nada recordé antes.
Aquella mañana formamos en el patio del cuartel, sin tener ni la más remota idea de cuánto acontecería en las próximas horas.
Partimos montados en los jeeps camino de Edchera.
Todos íbamos por el lado derecho de la Saguia. No recuerdo que hora seria, pero de pronto, rompiendo la tranquilidad que se respiraba, empezamos a escuchar disparos. Nos bajamos rápidamente de los jeeps. De pronto me sentí desconcertado, pero rápidamente nos organizamos, y obedeciendo las ordenes nos dispusimos en posición de defensa para establecernos y después de analizar la situación, avanzar hacia las posiciones enemigas.
El enemigo se encontraba en el borde izquierdo del lecho de la saguia, atrincherado en unos montículos que habían en el borde. En el basto desierto, al cobijo de algunos matorrales éramos un blanco fácil para el enemigo.
Seguíamos las órdenes del teniente para avanzar hacia el enemigo. El capitán dio la orden de enviar a la 3ª sección, la del brigada Fadrique, a atacar rodeando por el flanco izquierdo al enemigo.
Recuerdo como el teniente levantaba la mano, haciendo el gesto de atrás a delante, indicando que avanzáramos hacia el enemigo. Cada vez que daba la orden de avanzar, inmediatamente todos nos levantábamos y corríamos en dirección de donde procedían los disparos. Recuerdo perfectamente que no sentía miedo. No es porque yo fuera más valiente que nadie, por supuesto que no, no lo soy. Simplemente no pensaba en el peligro. No pasaba por mi mente que pudiera alcanzarme una bala y quitarme la vida. Y seguíamos corriendo hacia el enemigo.
En un momento del avance, me dijo el cabo que habían herido al teniente, que vio como lo evacuaban herido hacia posiciones en retaguardia. Nosotros mientras tanto seguíamos allí, las balas enemigas silbaban por encima de nuestras cabezas. Hay delante estaba el enemigo intentando quitarnos la vida.
Encontrándonos a unos escasos 100 metros de las posiciones enemigas, vi caer de repente al suelo, a mi compañero caballero legionario que venía justo detrás de mí. Él era el 2o aprovisionador de la ametralladora. Cayo de repente al suelo y le vi hacer con los brazos un gesto muy raro, abrió y cerro los brazos dos veces, de una manera convulsa. Inmediatamente le grite al cabo “- Mi cabo, mi cabo” él me contesto, “- que pasa Jaramillo” a lo que yo le dije “-José, José, algo le ha pasado” él me dijo,”-rápido, anda a ver que le ha pasado” me dirigí hacia el reptando, pues quizá fuese uno de los momentos en que más intenso era el fuego enemigo. Además se encontraba justo al lado nuestro, a unos escasos 4 metros. Llegué a su lado y empecé a zarandearlo y a tocarle la cara, pero no obtuve respuesta, desgraciadamente había muerto en el acto. Mi compañero se llamaba José Rodríguez Mañanas, uno de los pocos nombres que no se me han olvidado 59 años después. Pensar que era un chaval al que sus padres habían intentado llevárselo de vuelta. Recuerdo qué encontrándonos aun en Melilla, antes de partir al Sahara, me contaron que sus padres estaban intentando llevárselo de vuelta.
En aquel momento no tuve la oportunidad de pensarlo, pero hoy en día lo pienso. Él estaba allí, al lado mía, a escasos 4 metros, caído en el combate, pero perfectamente podía haber sido yo. Allí todos estábamos arriesgando la vida.
Gire su cuerpo para ver si encontraba algún indicio en él, y me percate que tenía un agujero en la espalda de unos 10 cm de diámetro, por donde debió salir el proyectil que le alcanzo. Me parapete detrás de él, y le grite al cabo que le habían dado y que estaba muerto. En aquella situación no quedaba otra que coger las dos cajas de munición que llevaba mi compañero, y volver a mi posición más adelante para seguir avanzando. Comprendí que para salir vivo de allí, había que ganar aquella batalla.

Jaramillo Díaz, José. (SE) 09-12-2017
La Legión.
El Aaiún, Edchera. 1955-1958