Amigo Vicente Nozal: Sabes de mi estancia en el acuartelamiento del IV Tercio en Villa Cisneros, lo mío no fue una visita de un día ya que mi estancia allí fue de nueve meses y en ese tiempo, comí, cené, formé, desfilé, trabajé. meé, cagué, y me emborraché con el resto de los compañeros, tanto legionarios como “pistolos”. Mi relación con los compañeros del barracón que estaba junto al mío, fue bastante amplia, contando entre los integrantes de la Unidad de Caballería (las célebres tanquetas) con varios amigos legionarios. Eso me permitió contemplar más de una vez episodios a los que yo no llamaría de malos tratos, simplemente un cabo se ponía en la puerta al toque de Diana y zurraba con las trinchas o a pescozones a todo aquel que se retrasaba al salir a formar, pero creo que nadie se daba por maltratado, eran las vicisitudes propias de una Unidad y el que había sido zurrado, se juntaba con el mencionado cabo en la cantina y juntos se tomaban unas copas. Era la vida diaria. Si presencie un episodio en el que un Oficial abofeteo a un soldado, pero fue en mi Compañía de Intendencia, más que maltrato fue un acto irracional por parte del oficial del que más tarde se arrepintió. Tanto que al día siguiente, en presencia de los mismos que asistimos a su arrebato de cólera, pidió perdón al soldado, se dieron la mano y se acabó el incidente. De cualquier manera, todo aquel que se apuntaba voluntario a La Legión ya sabía que no iba a un parvulario ni a un colegio de ursulinas, allí reina una disciplina y unas normas bastante más severas que en otras Unidades. Por cierto, es verdad la existencia del ring para dirimir cuestiones personales, pero otros optaban por la vía rápida de bajarse a la playa, la que estaba debajo de los servicios ¿recuerdas? y allí se daban de leches sin importar los galones. Luego lo que pasaba en la playa, en la playa se quedaba. Cosas de legionarios que como el resto, estaban un poco asirocaos, bueno vosotros dos puntos más en la escala, lo daba el “chapiri”. Un abrazo.