“LA HANA Y LA SEUDO-ESCLAVITUD”

Después de haber consultado una vez más los Relatos y haber leído en las Reflexiones del compañero Emilio Cisneros una mención a la Jana, no he podido resistir la tentación de saber si alguien más se refería a ella… Así que he puesto en marcha el motor de búsqueda por todos los relatos con las palabras «Jana» o «Hana» y, salvo error, debo decir que la comentada es la única mención.
La primera vez que oí ese nombre fue en el BIR en boca de algún cabo instructor de la P.T. y, las cosas que se contaban supongo que, inevitablemente, sufrían de la exageración que provoca el efecto «caja de resonancia».
Pero ya destinado al puesto de la Policía Territorial de Cabeza Playa tuve oportunidad de conocer personalmente a Hana… La tal Hana venía al Puesto acompañando a su «madre», a la cual hacía de traductora puesto que apenas entendía el castellano.
Sentiría defraudar a la concurrencia si las expectativas iban por la otra vertiente. Pero la realidad es que era yo el que les ofrecía mis servicios y no al revés. Y aún hoy ignoro si alguien del Puesto podría satisfacer esas expectativas – tengo mis dudas más que razonables.
Era difícil adivinar la edad que la Hana podía tener en 1972; pero no creo que fuera muy joven. La leyenda que se levantó en torno a esa mujer por culpa o gracias a los más veteranos del Lugar, hacía presuponer que durante años había hecho «servicio de armas» o de «revisión de bajos» -cambios de aceite- con medio Cabeza Playa y, a menor escala, otro tanto en el BIR. Yo ni quito ni pongo.
Lo que si puedo afirmar es que su castellano no lo aprendió en el colegio de monjas del Aaiún -no sé si lo había pero me arriesgo. La Hana hablaba y escupía igual que «un chusquero» con un montón de reenganches a sus espaldas. Sabía poner el «joder» en la frase con una sintaxis envidiable, de tal forma que eso, unido a la pausa del escupitajo, le daban una fuerza enorme a la misma.
La Hana era morena, y por lo que sabíamos, una seudoesclava y su «madre», en realidad, su ama… Y ahí es donde quería ir a parar.
… Porque otra cosa que me ha sorprendido es que este tema de la seudoesclavitud que era vox populi – al menos en Cabeza Playa – tampoco se menciona en ninguno de los relatos, excepto, muy veladamente y sin mencionar la palabra «esclavitud» -o «seudesclavitud» como yo la llamo- en un excelente relato en catalán sobre el Sahara de un tal Joan Antoni Feixas.
Otro moreno que conocíamos en Cabeza Playa era el que formaba parte de la pareja que, dos días a la semana, venían para hacer de barrenderos. Se presentaban al Puesto porque éramos los responsables de supervisar su labor… Además había que estarles encima si no a la más mínima se tumbaban en cualquier rincón. Llegaban del frig más o menos temprano por la mañana y nos daban la mano a los que en ese momento estábamos en la Oficina, la cual cosa resultaba siempre engorrosa porque uno de ellos te la extendía llena de mocos secos. Pero la hospitalidad era la hospitalidad y eso estaba por encima de cualquier asco. Lo que he olvidado es si cobraba directamente o lo hacían sus «padres». Creo recordar que era emancipado aunque seguía viviendo en la haima con sus familia de adopción.
Como el Sahara era una provincia española que tenía sus representantes en las Cortes de Madrid, sus habitantes censados eran españoles aunque diferentes -supongo que esa manera de maquillar las cosas tenía que ver con las malas experiencias habidas hasta la fecha en el Ifni y Guinea. Por ejemplo, su D.N.I. era en tonos rojos y el de las demás provincias, el de todos nosotros, en tonos azules.
Y no era porque en el Sahara se expidiesen así. Me renové el D.N.I. en el Aaiún y a mí me lo hicieron «azul». Por cierto, a pesar de «ser colegas» -la Policía Territorial y la Policía Nacional/ Dirección Gral. de Seguridad- trataba yo mejor a los saharauis de lo que esos colegas me trataron a mí… Al menos a los saharauis que hacía firmar con la huella digital les quitaba yo la tinta de los dedos con servilletas de papel limpias… No pretendía que hicieran eso conmigo; pero si que al menos me ofrecieran algo digno con que limpiarme y no me señalaran aquel trapo inmundo que más que quitar añadía tinta.
En el Puesto de Cabeza Playa les tramitábamos a los saharauis las instancias para la subvención del azúcar pilón -imprescindible para el té e inimaginable la cantidad de azúcar que llegaban a consumir en un mes. De hecho, no sólo las tramitábamos si no que, además, se las cumplimentaba. La condición indispensable era que había que ser «español de los otros» -es decir, tener carné rojo. Sin el D.N.I. no había subvención.
He hecho este paréntesis porque ver tantos carnés me dio la oportunidad de saber cómo se «encajaban» los seudoesclavos en la unidad familiar. Figuraban como «hijos». Y viendo a los padres, que no eran negros, estaba claro que hijo suyo aquella muchacha o muchacho no lo era.
Debo decir que estos casos eran excepción; no había tantas situaciones de esas… Pero haberlas, las hubo.
Indagué un poco por curiosidad, preguntando aquí y allá… Nada consistente. La conclusión que saqué es que la esclavitud era una cosa de tradición histórica, supongo que proveniente de los tiempos de la captura y trata de esclavos. La influencia de este fenómeno «subía» desde las costas del África negra hasta Mauritania… Incluso puede que más al norte. El amigo Feixa lo cuenta brevemente en su excelente relato:
«…Però els individus més menyspreats dintre la societat saharaui son els negres. Per inferior que sigui el saharaui o la seva casta, pot tenir negres als que utilitza pels treballs durs. Jo mateix he vist dir amb admiració a un nadiu: «És molt ric, té molts negres», parlant d’un altre nadiu».
Cuya traducción sería «… Pero los individuos más despreciados dentro de la sociedad saharaui son los negros. Por inferior que sea un saharaui o su casta, puede tener negros a los que utiliza para los trabajos duros. Yo mismo he visto decir con admiración a un nativo, hablando de otro nativo: «.
Nota: Esta explicación de Feixa es fuera de contexto… En el relato él está explicando el origen de las tribus que fueron conformando los pueblos del Sahara.
En honor a la verdad debo decir que no vi maltratar a nadie e incluso, aunque a veces la Hana se quejaba, creo que era más por las broncas que por otra cosa que pudiera hacer su «madre» que, recuerdo, exhibía «mala leche»… Aunque a veces había contado que a su madre se le escapaba la mano… Pero también se le iba maestro con los niños aquella vara tan larga en la escuela saharaui de Cabeza Playa.
Todo este asunto me ha llevado a interesarme por la esclavitud… Es un tema que da que pensar, y mucho.
Sólo tenéis que poner las palabras «esclavo», «esclavitud» en el Google y veréis lo que da de si el tema… Y no creáis que es un tema zanjado, sin ir más lejos el pasado mes de marzo 2006, en Ginebra una tal Rosa Amelia Plumelle lo sacó a la palestra para denunciar cosas que a muchos no les interesa ventilar.
No juzguéis a los saharauis. Como europeos no tenemos ningún derecho, creedme… Si incluso para que las cosas «encajaran», la Iglesia Apostólica y Romana y alguna otra confesión llegaron a cuestionar que los negros* poseyeran alma.
*Y digo negro como digo viejo porque me parece una gilipoyez lo del «hombre de color» y lo de la «tercera edad»… Las palabras hay que decirlas sin temor, en su contexto y con respeto; si se hace así no deberían ofende a nadie.
Saludos.

Rodríguez Díez, Enrique. (B) 14-12-2006
Policía Territorial.
Cabeza Playa. 1972-1973

Otros relatos del mismo autor:
Relato 031.- “EL SERVICIO DE LAS BASURAS DE LA P.T. DEL PUESTO DE CABEZA PLAYA”
Relato 033.- “LA HANA Y LA SEUDO-ESCLAVITUD”