“VIAJE DESDE VALENCIA A EL AAIÚN”

La Caja de Reclutamiento , al lado mismo del paseo de la Alameda , aquella mañana del mes de Mayo , bullía llena de gente joven dando voces unos a otros y sin hacer ningún caso al sargento que trataba de poner orden y responder a las preguntas de los que, de un momento a otro , iban a subir a los camiones hacia la estación del Norte.
-Os vais a enterar, pensaba en sus adentros el Sargento, cuando lleguéis a vuestro destino.
La estación más bella de toda España , aquella mañana del mes de Mayo, llena de novias de recluta , madres desesperadas, olía a café “tocat”, a transeúntes de viajes inciertos, a urinarios caudalosos.
El aroma de azahar , tan abundante y generoso en esos días , había sido borrado de los sentidos. Las lágrimas, las exhortaciones , las promesas de amor eterno, todo ello con el tremendo vozarrón del sargento mandando subir a los vagones de madera, asientos de lo mismo, eran lo único que en la algarabía del andén, los futuros soldados sentían.
En la Encina , el gusano trenqueante creció con cuatro vagones que procedían de Murcia y Alicante. La parada de Alcázar de San Juan duró cinco horas esperando el tren cargado de jóvenes promesas del Norte y Centro .El convoy era ya kilométrico. Mientras tanto en el interior de los vagones se estaban forjando nuevas amistades, desde entonces duraderas e inseparables , por regiones, por aficiones y proyectos de incierto futuro.
La cena, en la estación de Úbeda-Bailén, las once de la noche, donde unos esforzados veteranos cocinaron más de cincuenta calderas de sopa al lado mismo de una vía sin servicio. Y el bocadillo de caballa. El paso lento que el tren llevaba nos dejó en Algeciras pasado la media mañana. El cuartel de transeúntes se llenó de vidas inquietas a la espera del embarque en el viejo y probado en mil singladuras Victoria, Algeciras. Y surgió lo imprevisto. Una plaga de millones de pulgas hambrientas atacó la carne tierna y la sangre fresca de todo ser cobijado en aquella fortaleza.
Cada amanecer, la tropa formada y en pelota picada , piernas abiertas. brazos en cruz, soportaba la fetidez de un sulfatamiento a gran escala como ciruelo lleno de pulgón o naranjo con la “tristeza”. Hasta el total aniquilamiento de los bichos. Durante cuatro días.
El Victoria, Algeciras llenó sus bodegas de reclutas y también los pisos superiores y cada cual pudo colocarse en peor o mejor situación puesto que el barco cuando entró en aguas del estrecho de Gibraltar se movía como una cáscara de nuez y los mareos eran democráticos, nadie escapó de las arcadas continuadas y la sensación de borrachera. Nos acompañaban, nadando a babor, a estribor, a popa y a proa indicándonos el rumbo, infinidad de delfines.
Aquella primera jornada de mar manifestó la variedad de creencias, criterios políticos, desconocidos para la mayoría de los reclutas, y los que decían y proclamaban otra Fe distinta a la Católica fueron enjaulados y apartados del resto con la consiguiente recomendación para toda la mili. Dos noches y dos días y medio duró la singladura. Algunos tenían ganas de llegar para quitarse la ansiedad, el miedo de no pisar tierra firme.
Un amigo de la Serranía de Valencia, que oía esos lamentos por llegar pronto decía a quien lo quisiera escuchar:
¡Ojalá el barco navegara por donde quisiera durante los quince meses de mili y poder visitar los numerosos puertos que en el mundo haya¡.
Muchas partidas de póker, timbas indecentes, liberaron los bolsillo de muchos. Dilapidaron los dineros que con esfuerzo, en muchos casos de toda la familia , llevaban para paliar los supuestos malos ranchos de diario.
A lo lejos se veía una franja de tierra gris. Era la playa de El Aaiún. No podía acercarse más el inmenso Victoria, Algeciras. Tampoco estaba la mar para muchas maniobras. Después de dos o tres tentativas de desalojo se recibió la orden de abandonar la nave por un portón que había a cuatro metros de altura sobre el agua. Abajo esperaban varios anfibios pilotados por paisanos de las Islas Canarias .El orden de bajada era , primero el recluta y después el petate. Si no se apartaba enseguida le caía encima el saco con la marmita, las latas que llevara o la botella de Soberano, por ejemplo. Sentados en el borde de la barca , con el culo mojado por las olas , esperando que zozobrase de un minuto a otro ,con la mirada puesta en el canario que empuñaba con la diestra una botella mediada de ron Arehucas, por si había que conseguir la playa a nado , la reclutada consiguió alcanzar la tierra , arena mejor dicho, firme. Y a continuación, el pelo al rape de los tres ceros. Pero ésa es otra historia.

Ródenas Sánchez, Julián. (V) 24-03-2008
ATN III, 3ª Cía.
Hagunía. 1969-1970


Otros relatos del mismo autor:
Relato 046.- “PUESTA DE SOL EN HAGUNÍA”
Relato 050.- “VIAJE DESDE VALENCIA A EL AAIÚN”
Relato 095.- “VUELTA A CASA DESDE SMARA”