Leyendas Saharianas, I

«MI AMIGO FRANCISQUITO»

Corría 1973 cuando tras varias prórrogas, me llamaron a filas y fui destinado al desierto del Sáhara.-
Mi incorporación se hizo en Getafe (Madrid) y a primeros de Julio, luego de tres días de estancia, volamos hacia África en las llamadas “pavas” que no eran otro que los Junquers de transporte de la segunda guerra mundial que aun estaban activos.-
El interior del aeroplano, además de la cabina de pilotos y un pequeño compartimiento en la cola que contenía un inodoro metálico y lo que fue en su día un mini-lavabo, el resto del cuerpo del aparato consistía simplemente en una tabla a cada lado de unos treinta y cinco cm. de ancho, donde sentados y sin ningún tipo de agarre salvo las uñas clavadas en dicha tabla, “gozamos” de las casi tres horas y media de viaje.-
Ignoro si en el exterior habría, o no, ventisca, baches de aire, turbulencias, etc., lo que sí puedo decir es que las visitas al inodoro eran constantes dado el movimiento del aparato, unos para devolver y otros para aguas mayores “sueltas”.- Tal era la “procesión”, ( y la estabilidad del avión), que en una ocasión se abrió la cabina de los pilotos y asomando un Teniente la cabeza, dijo:
– ¡Hijos de puta!, ¿queréis que vayamos “pa” bajo?: pues seguir yendo a cagar .-
Ni que decir tiene que a partir de la aparición del teniente, nadie se movió de su asiento; lo que sí se movieron con toda libertad y coincidiendo con los constantes movimientos en vaivén del aparato, fueron los vómitos que a partir de entonces cayeron al suelo y que les tocó recoger a los dos últimos que bajaron del avión.-
Serían tocando las doce del mediodía cuando llegamos a Aaiún, y al abrirse la puerta del avión, el Sáhara abrió sus brazos para recibirnos con una calurosa bienvenida de 51º C, ( a la sombra, que es como se mide la temperatura).-
A partir de ahí transcurrieron los estipulados dos meses y medio de instrucción en el BIR-1, al cabo de los cuales fui destinado al Batallón de Infantería Motorizada Cabrerizas-1, nombre que hasta cansaba ponerlo en el remite de los sobres cuando escribía a casa.-
Este cuartel situado a un kilómetro del BIR, estaba junto a la playa por lo que dentro del entorno saharaui, podría llamarse privilegiado en cuanto a su temperatura.-
Un sinnúmero de anécdotas teníamos todos para contar, de los cuales sin lugar a dudas destaca lo acontecido a un personaje singular, que se hizo famoso donde los hubiera: mi amigo Francisquito Nuviolls Ripuch.-
Francisquito, catalán, era oriundo de Barcelona capital, con un metro y sesenta centímetros, siempre comentó que no debía de estar allí porque “no daba la talla”, y que estaba totalmente en contra de lo que opinaron en su día los responsables de tallarlo.-
Enjuto, con cabeza pequeña y ojos “chino-mongoloides”, enseñaba habitualmente una cuidada, enorme y completa dentadura que podía ser la envidia de cualquier caballo.-
Su figura vistiendo el uniforme reglamentario, era lo mas parecido a la “antiestética” ya que la talla que logró conseguir de camisas, pantalones y gorra colocadas sobre su cuerpo menudo, resultaba una verdadera aberración para la vista, si bien el lo llevaba con gusto y orgullo por demostrar así que “no daba la talla”.-
Pese a que ya a los tres meses de estancia en el Sáhara todos teníamos un fantástico bronceado natural por el severo sol del desierto, Francisquito conservaba el color pálido con el que llegó, quizás porque utilizaba las manga de la camisa y los pantalones largos, gorra de visera, o quizás porque normalmente se le veía poco en el exterior, salvo en los servicios obligados que hacia la tropa.- Ni fumaba ni bebía alcohol.-
Francisquito pasaba sus ratos de asueto pegado a su excelente aparato de radio-cassette Aiwa oyendo música y gravando canciones de Radio Luxemburgo, cuya emisión se oía perfectamente.- No he conocido a nadie por aquel entonces, que supiera mas del grupo “Cream” y en particular de su guitarrista Eric Clapton del que tenia todo lo que había aparecido en el mercado hasta entonces: los grupos en que había estado, los trabajos en solitario que había hecho, además de las grabaciones no publicadas en disco pero que había captado de una emisora pirata que al parecer retransmitía desde una plataforma petrolífera abandonada fuera de las aguas juridiscionales de Inglaterra.- A más de uno nos grabó toda la discografía que llevó consigo y que aun conservo.-
En cuanto a carácter, era una persona débil.- Hijo único de padre pasteleros recibía semanal un cargamento de golosinas, leche condensada, galletas, caramelos, etc., que hacían las delicias de Francisquito y del que podía meter mano en el cajón de madera que siempre tenía con cerradura echada y dos candados.- Aunque algo enredador, no era mala persona, y a la larga y en plan casi paternal se le tenia cierto afecto.-
Pero como en todas partes, siempre había algunos que aprovechaban su debilidad transformándola en abuso, de forma que en mas de una ocasión se encontró su cajón reventado y vacío.- Sin embargo con habilidad y “sobornando” con comida y música a los del taller del batallón, logró que le reforzaran con planchas de acero el célebre cajón y abrirlo ya no fue lo mismo para manos extrañas, además de atarlo con una cadena y candado a la litera.- Aquello se había transformado en una caja acorazada; eso sí cuando salía de maniobras por supuesto el cajón iba con él, para lo que precisaba la ayuda de otro ya que no podía cargarlo solo.- Estos, y otros hechos de la vida diaria militar, eran también motivo por lo que, según decía Francisquito, no debería estar allí, se habían pasado “un pelín” al llamarlo a filas.-
El Batallón, que en tiempos atrás había sido una prisión militar para soldados desertores del ejercito, en la época de mi estancia era lugar de arresto y castigo para Sub-oficiales, Oficiales y Jefes que hubieran tenido algún percance en la península.- De esta manera menos el Teniente Coronel Jefe y dos Capitanes, el resto de la oficialía eran elementos de cuidado y de cuidarse .-
El Batallón de Cabrerizas-1, de planta rectangular, con los barracones dormitorios y servicios en el perímetro, tenia un enorme patio de armas, donde las tres Compañías que componían el Batallón, efectuaban las labores propias de la milicia, instrucción subida y baja de bandera, cambios de guardias, etc., y en general sitio donde al día formaban las compañías para comer, cenar y el toque de “retreta”, que era el último acto del día donde el “Cabo Furrier” pasaba lista antes de dormir y nombraba los servicios del día siguiente.-
Era curioso y anecdótico que el Cabo Furrier nombraba los dos apellidos y el nombrado debía responder su nombre y “presente”.- Pero con nuestro amigo no era igual; al llegar a él decía:
– ¡ Francisquito ¡.
Y levantaba la cabeza para mirar entre la formación y como siempre estaba despistado o enredando, volvía a preguntar.-
– ¡ Francisquito ¡.
Y tras dos o tres llamadas, este respondía:
– ¡ Aquí estoy, joder ¡ ……………. (añadiendo luego varias maldiciones en catalán que nunca entendíamos)
Francisquito pasó una mayoritaria parte de su servicio militar entre la limpieza el batallón, la cocina, y en general cualquier servicio que no precisara la utilización de armas.- Ello se debió a una orden directa del Teniente Coronel Jefe del Batallón, no por “enchufe” ni recomendación alguna, sino por una prudente decisión.-
A finales de Octubre, cuando aun no llevábamos un mes como soldados, le toco guardia a mi compañía y Francisquito fue uno de los nombrados para tal servicio.-
Las guardias eran de veinticuatro horas en las que se cubrían dos puestos, la entrada principal al batallón y la puerta posterior que normalmente estaba cerrada y próxima al polvorín.-
En la entrada principal se encontraba el puesto de guardia, la barrera y la garita, donde el soldado de guardia estaba normalmente si bien tenia libertad para caminar una decena de pasos por la cercanía.-
Esta entrada principal estaba justo pegada a la única carretera asfaltada que comunicaba la playa con Aaiún situada a unos cuarenta kilómetros hacia el interior.
Junto a esta entrada y próxima a la caseta de guardia, había una base de piedra sobre la que se erguía la figura de una cabra, (animal que formaba parte del paisaje del desierto y sustento diario del saharaui), de unos dos metros y medio de altura y hecha de escayola estaba apoyada con sus patas delanteras en una especie de risco, lo que hacía que su envergadura fuese mayor.- Esta figura de cabra se entendía que daba nombre al viejo Batallón de Cabrerizas-1.-
Alrededor de las cuatro de la madrugada estaba próximo a concluir su cuarto turno de guardia de la jornada.- Mientras todo el Batallón dormía, esbozado en una manta Francisquito cumplía con la obligación de velar por sus compañeros de armas.- Notaba el aire frío de la madrugada en el desierto, oía al Siroco y veía lo que la absoluta oscuridad de una noche sin luna le permitía.-
De pronto, la ráfaga larga de un Cetme rasgo el silencio de la noche.-
Los “imaginarias”, encargados de velar por la noche a la luz de una vela los barracones, dieron la alarma y todos saltamos de la cama.- Caras desencajadas, golpes en la oscuridad, caídas de las literas, confusión, gritos, búsqueda infructuosa de ropa para ponerse……….. – Todos salimos al patio de armas donde una vez conectado el generador de corriente, se encendieron las luces, pero nadie sabia nada.- La imaginación de las masas se puso en marcha: ataque del Frente Polisario, Ataque de los marroquíes, ataque ………… ¿Quién nos ataca?
Nos dieron orden de vestirnos y coger el armamento, si bien deberíamos estar dentro de los barracones en espera de órdenes.-
Transcurridos unos veinte minutos la contraorden era que volviéramos a la cama a seguir durmiendo.- Por si acaso, nadie se desvistió.- Unos echados en el camastro miraban al techo con cara de preocupación, otros mas relajados jugaron a las cartas y los barracones se llenaron de humo de tabaco.-
Tras el toque de diana, como todos los días se efectuó el cambio de guardia y estábamos impacientes para que llegaran los salientes y nos trajeran noticias.-
Francisquito fue el primero en llegar al barracón y echándose sobre su cama, que estaba la primera al entrar, después de taparse con la manta hasta la cabeza exclamó:
– ¡ Esto es la leche ¡…………….
No hubo mas comentario por su parte, pero el resto de los compañeros saliente de guardia nos comentaron que Francisquito había descargado las veinte balas del cargador en la pobre cabra porque según dijo, ¡ se había movido un pelín ¡.-
Esa noche el Cabo Furrier luego de haber pasado lista, leyó las ordenes para el día siguiente, entre otras una directa del Teniente Coronel Jefe, en la que decía que el soldado Francisco Nuviolls Ripuch sería relevado de cualquier servicio con el arma, salvo la limpieza periódica de su Cetme para pasar revista, el cual antes de empezar a limpiarlo, debería entregar el cargador, (por supuesto vacío), a su Cabo.-
Por si alguien de las otras Compañías del Batallón no conocía aun a Francisquito, este hecho le catapultó a la cumbre; digo más en la capital del territorio, Aaiún, en poco tiempo fue renombrado en todos los cuarteles e incluso en los del interior, Smara, Mahbes, Villa Cisneros, etc.- Creó la “leyenda del matacabras”.-
La pobre cabra nunca fue restituida.-
Pero lo que realmente dejo huella en todo el reemplazo de 1.973/74, fue el infortunio que sufrió mi amigo Francisquito a consecuencia del contenido del anteriormente referido cajón (blindado) y de su escasa o nula relación con el comedor.-
Salvo para tomar el café de las mañanas no pisaba el comedor, y la cantina la utilizaba exclusivamente para comprar Coca-Cola.-
Era usual verlo a diario mientras los demás íbamos al comedor, sentado en su cama oyendo a Cream y con el cajón entre las piernas degustando los exquisitos chocolates con leche, con almendras, con trozos de nueces o afrutados, las escogidas galletas rellenas de un sinfín de cremas y delicias de frutas, las latas de leche condensada “La Lechera” que consumía con avidez de sediento directamente de la lata, etc, etc, todo ello venido semanalmente desde su tierra y de seguro preparado con el amor cariño propio de su madre para su pequeño Francisquito. – Aquello era como estar en casa……….-
Esto ocurría mañanas y tardes, para lo cual tenía que medio esconderse ya que al menos para comer era obligatorio hacerlo en el comedor aunque para la cena había libertad.-
Fue a mediados de Noviembre, cuando el color de la cara y lo poco que se veía de piel de Francisquito, se tornó de pálido a verdoso.-
Notificado el Teniente médico e investigadas las causas, al parecer llevaba casi veinte días sin ir al water y por lo visto se le había formado un espectacular “tapón” que le impedía hacer sus necesidades.-
El cajón fue requisado y Francisquito obligado bajo la supervisión diaria del Sargento Revira, quien por orden directa del Teniente le hacia sentarse en el comedor y comerse todas las verduras y frutas que no había probado en cinco meses, amen de zumo de naranja para desayunar.-
– ¡ Se están pasando conmigo “un pelín”!.- Comentaba Francisquito, desacostumbrado a semejantes comidas y con lágrimas en los ojos cada vez que venía del comedor y no encontraba su cajón.-
Una semana después, aquello no dio resultado y fue trasladado al Hospital de Aaiún.- Se contó de que le dieron purgantes capaces de provocarle diarrea a un caballo, e incluso él mismo dijo tiempo después que unas monjitas que iban por el Hospital, en una ocasión intentaron con una especie de cucharilla sacar el tapón que tenia en el ano sin conseguirlo.-
Estando próximo a los cuarenta días sin “cagar”, Francisquito volvió al Batallón para recoger el resto de sus pertenencias.- Lo mandaban a un Hospital de Canarias donde iba a ser intervenido quirúrgicamente.-
Era la hora de la siesta en el batallón donde normalmente había el silencio propio del momento. – Este silencio fue roto con unos espantosos gritos que provenían de las letrinas:
– ¡ He cagado ¡, ¡he cagado!………., ¡ he cagado ¡
Todos salimos a las puertas de los barracones, e incluso del bar de oficiales, salieron los que a diario estaban “soplando” en ese momento
En el Batallón como a coro se escuchó en tono de alivio:
¡ Francisquito ha cagado ¡……………………….
Poco tiempo después, el célebre cajón le fue devuelto y a partir de entonces combinó las delicias de chocolates y galletas con el rancho.-
Dos meses después, mientras las demás Compañías se trasladaban al nuevo Batallón Cabrerizas-2, con los últimos adelantos en edificaciones militares incluso desaladora de agua, la mía fue destinada a Bu-Craa, donde se encontraba las minas de fosfatos y el comienzo de la gran cinta transportadora que unía esta zona con la playa, casi cien kilómetros de cinta…… pero esta es otra historia……
Mi amigo Francisquito, el “matacabras y experto en Eric Clapton, quedó en el nuevo Batallón y lo ví poco antes de licenciarnos.- Su aspecto había cambiado considerablemente en cinco meses, ya era todo un veterano “abuelo”, dado a gastar malas pasadas a los “putos reclutas”………………..

Fin.

Orriach Espinosa, Francisco. (MA) 01-11-2003
Infantería.
Cabeza Playa, Bu Cráa. 1973-1974


Otros relatos del mismo autor:
Relato 002.- «MI AMIGO FRANCISQUITO»
Relato 027.-  «UN PERMISO DE DIEZ DÍAS»
Relato 065.- «EL CHIRINGUITO»
Relato 112.- «DESTINO: BU-CRAA»