«UNA GUARDIA EN EL BIR»

Ya que llevo tiempo sin aparecer por la página, y con cierta sensación de culpabilidad, voy a tratar de compensar el período de escaqueo con un recuerdo a mi única guardia en el Sahara, de la que ya ofrecí un pequeño resumen en mis primeros relatos en la página de Juan, pero que ahora quiero ampliar, e invitar a los compañeros a que relaten sucesos o anécdotas ocurridos en el cumplimiento de ese servicio, que obviamente era de los mas frecuentes, como es lógico entender dentro del cumplimiento de nuestras obligaciones militares.Ya que llevo tiempo sin aparecer por la página, y con cierta sensación de culpabilidad, voy a tratar de compensar el período de escaqueo con un recuerdo a mi única guardia en el Sahara, de la que ya ofrecí un pequeño resumen en mis primeros relatos en la página de Juan, pero que ahora quiero ampliar, e invitar a los compañeros a que relaten sucesos o anécdotas ocurridos en el cumplimiento de ese servicio, que obviamente era de los mas frecuentes, como es lógico entender dentro del cumplimiento de nuestras obligaciones militares.
En primer lugar, aclaro que si no hice mas que una guardia en todo el servicio militar fue porque el destino que me tocó en suerte, la Red Permanente, no tenía ese tipo de servicios, sino unas imaginarias nocturnas y con el Cetme al lado, aunque sin necesidad de estar en puesto, ya que consumías tu turno dentro de la oficina que teníamos junto a la entrada, leyendo, escribiendo, o dormitando, llegado el caso. La costumbre instaurada allí por reemplazos anteriores, y dada la poca dotación de personal de tropa existente, unos diez o doce en el mejor de los casos, incluidos cabos, era hacer imaginarias dobles, para de esa manera no tener que hacer una cada dos días, y así se hacía una cada cuatro, con horario la primera de 10,30 a 3 de la madrugada y la segunda de 3 a 7,30, con lo que la maldita tercera imaginaria no tenía lugar en nuestro destino. La primera tenía una ventaja que consistía en que hasta las 12 o la 1 siempre se quedaba algún compañero con el que podías charlar o jugar una partida de ajedrez, con lo que el resto de la imaginaria se hacía mas corta. La segunda, en cambio, era puñeteramente larga y en la mas absoluta soledad.
Pero bueno, volviendo a lo que quería contar, la primera y última guardia de armas que realicé tuvo lugar en el BIR, en fechas posteriores a la Jura de Bandera, y cuando ya la mayoría de mis compañeros de llamamiento se habían incorporado a sus destinos, quedando yo, junto con otros, en el BIR a “ recuperar” un mes, por haber llegado al Sahara un 17 de Octubre de 1968, en lugar de hacerlo a finales de Septiembre, por motivos que ya expliqué en otras ocasiones y que sería reiterativo reproducir (el que no lo sepa aún y le interese, que vaya a las páginas de relatos, busque “Reflexiones sobre el Sahara” y allí está todo explicado).
Debido a esa circunstancia había cierta escasez de personal, pero como el tan traído y llevado mes de recuperación no se programó ninguna actividad formativa a realizar por los “repetidores”, los veteranos insistieron en que nosotros, y mas ahora que ya habíamos jurado bandera, debíamos participar también en el servicio de armas, y por tanto, hacer guardias como uno mas.
Así que un buen día fui nombrado para hacerla, y primer problema, no tenía las trinchas reglamentarias (de tela verde), ni gafas, ni pañuelo siroquero, ni mi Cetme podía escupir otra cosa que arena; aparte que la reclutada de 1968 empleábamos el Cetme B para nuestro aprendizaje, mientras que los soldados ya tenían el modelo C, el del guarda Así que un buen día fui nombrado para hacerla, y primer problema, no tenía las trinchas reglamentarias (de tela verde), ni gafas, ni pañuelo siroquero, ni mi Cetme podía escupir otra cosa que arena; aparte que la reclutada de 1968 empleábamos el Cetme B para nuestro aprendizaje, mientras que los soldados ya tenían el modelo C, el del guardamanos de madera, que era el reglamentario para hacer las guardias. Así que tenías que pedir prestado no solo el arma con sus correspondientes cartucheras, sino también otros “complementos de moda” y por lo tanto no te quedaba otro remedio que ir de pedigüeño entre los veteranos y uno te daba una cosa, otro otra y poco a poco ibas reuniendo el ajuar para el día señalado. El segundo paso era vestirse para la ceremonia, cuestión que para ser la primera vez no resultó tan sencilla como parecía, al tener que encadenar sin fallo las posiciones en que había que colocar el cinturón en combinación con las trebillas, pero cuidando de colocar dos cartucheras en la parte posterior y otras dos en la parte anterior (cinturón, trebilla, cartuchera, trebilla, cartuchera, trebilla…). Botas relucientes, gorra adornada con las gafas y el pañuelo cayendo por la parte posterior del cuello hasta los hombros, y hale…al Cuerpo de Guardia.
Al haber cesado la actividad de instrucción de reclutas, tampoco es que hubiese mucho movimiento, y por lo que yo recuerdo, en período diurno, y en aquel día al menos, se montaba un puesto en la puerta principal, otro por el polvorín, y otro por el resto de la alambrada hasta la parte norte del BIR, mas otro, sin Cetme pero con machete para la vigilancia del depósito del agua. Pido excusas por si este último puesto no estaba relacionado con las guardias y se asignaba aparte, pero el recuerdo que tengo es que yo lo hice el mismo día de la guardia, si bien los muchos años transcurridos tal vez me hagan flaquear la memoria. El puesto en cuestión consistía en que nadie debía tomar ni llevarse un chorrito salvo en las horas de comida o cena (las famosas jarras de aluminio) o llenar la garrafa que había en cada barracón, que mas lujos tampoco había en 1968. Hice una excepción cuando pasó el pastor alemán del Teniente Coronel, acompañado del asistente, que le abrió el grifo para que el animalito bebiera, pero es evidente que ante un superior o su mascota hay que ponerse firmes y respetar su voluntad.
Así transcurrió el día, sin mayores incidentes, hasta que al llegar la noche…continuaba la jornada laboral, con las cartucheras puestas, las botas, el uniforme y doce horas por delante. Hice un puesto a primera hora de la noche en la puerta principal, sin que entrara o saliera nadie, y otro mas de madrugada mas o menos entre el polvorín y la alambrada del lado este del BIR, en una situación de oscuridad tal que ni habiéndome vendado los ojos podría haber empeorado mi visión. Solamente, allá en la lejanía, se veía una sola bombilla encendida, en el edificio del Cuerpo de Guardia, por lo que los pasos que daba eran cautelosos para evitar caer en algún pequeño desnivel y rodar por los suelos. Afortunadamente, no me daba por pensar en posibles ataques de un supuesto enemigo, pero al menos me daba cuenta de la indefensión en que había que realizar un servicio de vigilancia en unas condiciones en las que tus facultades quedaban reducidas a lo que pudieras oír o tal vez oler. De repente, comencé a escuchar unos ruidos cerca de mí, y mas que asustado estaba intrigado, porque nadie que quisiera realizar un ataque contra el BIR iba a despreocuparse tanto, pero pocos minutos después salí de dudas cuando sentí lametazos en las manos y toqué animales peludos, que supongo serían perros, aunque debido a las circunstancias de oscuridad nunca nos vimos las caras ni los hocicos. Pero bueno, no eran mala compañía, y supongo que por instinto, hubieran avisado de cualquier incidencia antes que yo, y además te hacían compañía y te daban entretenimiento para pasar las horas. Así que, cumplido el turno ¿tal vez dos horas? era relevado y regresaba al Cuerpo de Guardia para ver si podía dormir un rato, pero los dormitorios estaban mas concurridos que una discoteca un fin de semana, con gente entrando y saliendo a todas horas, por haberse incorporado también la guardia de refuerzo. Entre el jaleo y que las malditas cartucheras se te clavaban en el cuerpo, te pusieras como te pusieras, mas la ausencia de colchones y almohadas en las camas (solo somier y manta), no hubo manera de pegar ojo, así que no me extraña que muchos compañeros tuvieran el riesgo de quedarse dormidos en el puesto, ya que era el lugar donde el silencio y la tranquilidad estaban mas garantizados.
Ya de mañana, nos ofrecimos otro compañero y yo a acercarnos hasta la cocina para traernos el consabido colacao y unas ensaimadas para todos los demás, y ya de paso desayunar allí, el colacao calentito, para una vez alegrado el estómago, regresar con la perola y la bandeja de repostería fina hasta el Cuerpo de Guardia para que desayunaran también los compañeros. Y resultó que justo cuando llegaba, el piquete que rendía honores a la bandera al izado de ésta, como todas las mañanas, estaba llegando a la plaza…y yo debía haber estado con ellos !!! Joder, resulta que en mi primera guardia y llego tarde al acto mas importante. Estuve dudando si coger el Cetme, echar a correr y tratar de incorporarme en la misma Plaza, pero pensé en que si llegaba hasta donde estaba el Teniente, al mando del piquete, en el mismo momento en que sonaba el cornetín o incluso mas tarde, podía tener unos efectos cómico-patéticos, así que opté por quedarme en el Cuerpo de Guardia y esperar el regreso del Teniente, sin saber, en ese momento, si me mandaría a la pavera, a Cabrerizas o como mal menor, me soltaría un par de leches, sin mas consecuencias. Efectivamente, finalizado el izado de bandera, me mandó llamar a las dependencias donde se encontraba, y me pidió explicaciones, que obviamente justifiqué en mi cometido de “transportador de colacao” y un cierto despiste de cuatro o cinco minutos, así como que era mi primera guardia y que no había cogido todavía los tiempos….No me contestó nada concreto, solo una observación sobre la importancia de cada cosa, en cada momento, anotó mi nombre en una libreta y… hasta ahora, por lo que, fuese por olvido, buena voluntad, o por otras causas, mi fallo quedó sin castigo. Es cierto que la ceremonia del izado de bandera, en aquellos días, no tenía la trascendencia o importancia que en el período de instrucción, con los mil trescientos reclutas presentes, es mas, ni siquiera se llamaba a formación a lo que quedaba de las Compañías, así que el piquete actuaba en la intimidad mas absoluta, e incluso se aprovechaba para que cogieran práctica los nuevos “turutas”, lo que en algunos casos hacía irreconocibles los toques, salvo por la hora, claro.
Un poco mas tarde se hizo el relevo y nos marchamos cada uno a nuestro Barracón, yo con el mosqueo de no saber que iba a pasar tras el incidente que he comentado, pero, bueno, era inevitable que lo que tuviera que pasar ya llegaría, y por otra parte, los compañeros del Barracón, me dieron la enhorabuena, porque según ellos, el verdadero estreno del soldado es hacer una guardia de 24 horas.
Ya se que este relato no tiene nada especial, y menos aún si lo comparamos con aquellas noches de guardia en 1975, en plena Marcha Verde y momentos de muchísima incertidumbre, pero cada uno solo puede aportar su propia experiencia, sin mas. En todo caso, espero que pueda servir para que otros compañeros se animen a escribir relatos y anécdotas sobre las guardias realizadas, o sobre cualquier otra cosa que sirva para entretenernos y recordar tiempos pasados.
En primer lugar, aclaro que si no hice mas que una guardia en todo el servicio militar fue porque el destino que me tocó en suerte, la Red Permanente, no tenía ese tipo de servicios, sino unas imaginarias nocturnas y con el Cetme al lado, aunque sin necesidad de estar en puesto, ya que consumías tu turno dentro de la oficina que teníamos junto a la entrada, leyendo, escribiendo, o dormitando, llegado el caso. La costumbre instaurada allí por reemplazos anteriores, y dada la poca dotación de personal de tropa existente, unos diez o doce en el mejor de los casos, incluidos cabos, era hacer imaginarias dobles, para de esa manera no tener que hacer una cada dos días, y así se hacía una cada cuatro, con horario la primera de 10,30 a 3 de la madrugada y la segunda de 3 a 7,30, con lo que la maldita tercera imaginaria no tenía lugar en nuestro destino. La primera tenía una ventaja que consistía en que hasta las 12 o la 1 siempre se quedaba algún compañero con el que podías charlar o jugar una partida de ajedrez, con lo que el resto de la imaginaria se hacía mas corta. La segunda, en cambio, era puñeteramente larga y en la mas absoluta soledad.
Pero bueno, volviendo a lo que quería contar, la primera y última guardia de armas que realicé tuvo lugar en el BIR, en fechas posteriores a la Jura de Bandera, y cuando ya la mayoría de mis compañeros de llamamiento se habían incorporado a sus destinos, quedando yo, junto con otros, en el BIR a “ recuperar” un mes, por haber llegado al Sahara un 17 de Octubre de 1968, en lugar de hacerlo a finales de Septiembre, por motivos que ya expliqué en otras ocasiones y que sería reiterativo reproducir (el que no lo sepa aún y le interese, que vaya a las páginas de relatos, busque “Reflexiones sobre el Sahara” y allí está todo explicado).
Debido a esa circunstancia había cierta escasez de personal, pero como el tan traído y llevado mes de recuperación no se programó ninguna actividad formativa a realizar por los “repetidores”, los veteranos insistieron en que nosotros, y mas ahora que ya habíamos jurado bandera, debíamos participar también en el servicio de armas, y por tanto, hacer guardias como uno mas.
Así que un buen día fui nombrado para hacerla, y primer problema, no tenía las trinchas reglamentarias (de tela verde), ni gafas, ni pañuelo siroquero, ni mi Cetme podía escupir otra cosa que arena; aparte que la reclutada de 1968 empleábamos el Cetme B para nuestro aprendizaje, mientras que los soldados ya tenían el modelo C, el del guarda Así que un buen día fui nombrado para hacerla, y primer problema, no tenía las trinchas reglamentarias (de tela verde), ni gafas, ni pañuelo siroquero, ni mi Cetme podía escupir otra cosa que arena; aparte que la reclutada de 1968 empleábamos el Cetme B para nuestro aprendizaje, mientras que los soldados ya tenían el modelo C, el del guardamanos de madera, que era el reglamentario para hacer las guardias. Así que tenías que pedir prestado no solo el arma con sus correspondientes cartucheras, sino también otros “complementos de moda” y por lo tanto no te quedaba otro remedio que ir de pedigüeño entre los veteranos y uno te daba una cosa, otro otra y poco a poco ibas reuniendo el ajuar para el día señalado. El segundo paso era vestirse para la ceremonia, cuestión que para ser la primera vez no resultó tan sencilla como parecía, al tener que encadenar sin fallo las posiciones en que había que colocar el cinturón en combinación con las trebillas, pero cuidando de colocar dos cartucheras en la parte posterior y otras dos en la parte anterior (cinturón, trebilla, cartuchera, trebilla, cartuchera, trebilla…). Botas relucientes, gorra adornada con las gafas y el pañuelo cayendo por la parte posterior del cuello hasta los hombros, y hale…al Cuerpo de Guardia.
Al haber cesado la actividad de instrucción de reclutas, tampoco es que hubiese mucho movimiento, y por lo que yo recuerdo, en período diurno, y en aquel día al menos, se montaba un puesto en la puerta principal, otro por el polvorín, y otro por el resto de la alambrada hasta la parte norte del BIR, mas otro, sin Cetme pero con machete para la vigilancia del depósito del agua. Pido excusas por si este último puesto no estaba relacionado con las guardias y se asignaba aparte, pero el recuerdo que tengo es que yo lo hice el mismo día de la guardia, si bien los muchos años transcurridos tal vez me hagan flaquear la memoria. El puesto en cuestión consistía en que nadie debía tomar ni llevarse un chorrito salvo en las horas de comida o cena (las famosas jarras de aluminio) o llenar la garrafa que había en cada barracón, que mas lujos tampoco había en 1968. Hice una excepción cuando pasó el pastor alemán del Teniente Coronel, acompañado del asistente, que le abrió el grifo para que el animalito bebiera, pero es evidente que ante un superior o su mascota hay que ponerse firmes y respetar su voluntad.
Así transcurrió el día, sin mayores incidentes, hasta que al llegar la noche…continuaba la jornada laboral, con las cartucheras puestas, las botas, el uniforme y doce horas por delante. Hice un puesto a primera hora de la noche en la puerta principal, sin que entrara o saliera nadie, y otro mas de madrugada mas o menos entre el polvorín y la alambrada del lado este del BIR, en una situación de oscuridad tal que ni habiéndome vendado los ojos podría haber empeorado mi visión. Solamente, allá en la lejanía, se veía una sola bombilla encendida, en el edificio del Cuerpo de Guardia, por lo que los pasos que daba eran cautelosos para evitar caer en algún pequeño desnivel y rodar por los suelos. Afortunadamente, no me daba por pensar en posibles ataques de un supuesto enemigo, pero al menos me daba cuenta de la indefensión en que había que realizar un servicio de vigilancia en unas condiciones en las que tus facultades quedaban reducidas a lo que pudieras oír o tal vez oler. De repente, comencé a escuchar unos ruidos cerca de mí, y mas que asustado estaba intrigado, porque nadie que quisiera realizar un ataque contra el BIR iba a despreocuparse tanto, pero pocos minutos después salí de dudas cuando sentí lametazos en las manos y toqué animales peludos, que supongo serían perros, aunque debido a las circunstancias de oscuridad nunca nos vimos las caras ni los hocicos. Pero bueno, no eran mala compañía, y supongo que por instinto, hubieran avisado de cualquier incidencia antes que yo, y además te hacían compañía y te daban entretenimiento para pasar las horas. Así que, cumplido el turno ¿tal vez dos horas? era relevado y regresaba al Cuerpo de Guardia para ver si podía dormir un rato, pero los dormitorios estaban mas concurridos que una discoteca un fin de semana, con gente entrando y saliendo a todas horas, por haberse incorporado también la guardia de refuerzo. Entre el jaleo y que las malditas cartucheras se te clavaban en el cuerpo, te pusieras como te pusieras, mas la ausencia de colchones y almohadas en las camas (solo somier y manta), no hubo manera de pegar ojo, así que no me extraña que muchos compañeros tuvieran el riesgo de quedarse dormidos en el puesto, ya que era el lugar donde el silencio y la tranquilidad estaban mas garantizados.
Ya de mañana, nos ofrecimos otro compañero y yo a acercarnos hasta la cocina para traernos el consabido colacao y unas ensaimadas para todos los demás, y ya de paso desayunar allí, el colacao calentito, para una vez alegrado el estómago, regresar con la perola y la bandeja de repostería fina hasta el Cuerpo de Guardia para que desayunaran también los compañeros. Y resultó que justo cuando llegaba, el piquete que rendía honores a la bandera al izado de ésta, como todas las mañanas, estaba llegando a la plaza…y yo debía haber estado con ellos !!! Joder, resulta que en mi primera guardia y llego tarde al acto mas importante. Estuve dudando si coger el Cetme, echar a correr y tratar de incorporarme en la misma Plaza, pero pensé en que si llegaba hasta donde estaba el Teniente, al mando del piquete, en el mismo momento en que sonaba el cornetín o incluso mas tarde, podía tener unos efectos cómico-patéticos, así que opté por quedarme en el Cuerpo de Guardia y esperar el regreso del Teniente, sin saber, en ese momento, si me mandaría a la pavera, a Cabrerizas o como mal menor, me soltaría un par de leches, sin mas consecuencias. Efectivamente, finalizado el izado de bandera, me mandó llamar a las dependencias donde se encontraba, y me pidió explicaciones, que obviamente justifiqué en mi cometido de “transportador de colacao” y un cierto despiste de cuatro o cinco minutos, así como que era mi primera guardia y que no había cogido todavía los tiempos….No me contestó nada concreto, solo una observación sobre la importancia de cada cosa, en cada momento, anotó mi nombre en una libreta y… hasta ahora, por lo que, fuese por olvido, buena voluntad, o por otras causas, mi fallo quedó sin castigo. Es cierto que la ceremonia del izado de bandera, en aquellos días, no tenía la trascendencia o importancia que en el período de instrucción, con los mil trescientos reclutas presentes, es mas, ni siquiera se llamaba a formación a lo que quedaba de las Compañías, así que el piquete actuaba en la intimidad mas absoluta, e incluso se aprovechaba para que cogieran práctica los nuevos “turutas”, lo que en algunos casos hacía irreconocibles los toques, salvo por la hora, claro.
Un poco mas tarde se hizo el relevo y nos marchamos cada uno a nuestro Barracón, yo con el mosqueo de no saber que iba a pasar tras el incidente que he comentado, pero, bueno, era inevitable que lo que tuviera que pasar ya llegaría, y por otra parte, los compañeros del Barracón, me dieron la enhorabuena, porque según ellos, el verdadero estreno del soldado es hacer una guardia de 24 horas.
Ya se que este relato no tiene nada especial, y menos aún si lo comparamos con aquellas noches de guardia en 1975, en plena Marcha Verde y momentos de muchísima incertidumbre, pero cada uno solo puede aportar su propia experiencia, sin mas. En todo caso, espero que pueda servir para que otros compañeros se animen a escribir relatos y anécdotas sobre las guardias realizadas, o sobre cualquier otra cosa que sirva para entretenernos y recordar tiempos pasados.

Cisneros Luño, Emilio. (M) 24-03-2008
Ingenieros, Red Permanente
El Aaiún. 1968-1969


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