Leyendas Saharianas, III

«EL CHIRINGUITO»

A unos seiscientos metros del Batallón de Infantería Motorizada Cabrerizas nº 1, se estaba construyendo un “Chiringuito” junto a la playa a comienzos del cuarto trimestre de 1973.-
No habrían pasado ni dos semanas desde mi llegada al batallón tras la jura de bandera en el BIR nº 1 del Sáhara Occidental, cuando un Sargento, que en adelante llamaré “Collejas” cita mi nombre en el barracón y me dice que le acompañe al comedor de la tropa.-
– Tú eres aparejador, ¿no?, me pregunta.
– Aún no mi Sargento, soy solamente estudiante.
– Bueno da igual, porque solo tienes que hacer unos dibujos.-
Quitándose la gorra y sentados ambos en una mesa del comedor, me explica que el Teniente Coronel, (T.C.), (Jefe del Batallón), está haciendo un chiringuito en la playa, y quiere que le dibuje unos bancos grandes de piedra para poder sentarse y que van a situarse en un porche descubierto aún por hacer.-
Le pregunto por las medidas, para cuantas personas, qué forma, con qué materiales etc., y me responde cambiando el tono de voz por otro algo más agrio e inquisidor, que eso lo tengo que saber yo.-
Con el comprensible acojono de apenas dos semanas de soldado, me atrevo a decirle que si podría ver el sitio y cogiendo la gorra me dice : ¡venga vamos!.-
Durante el camino el Sargento Collejas con gesto duro y para ir metiéndome en el ambiente, comenta que T.C. está muy cabreado, porque para la Inmaculada, que es la Patrona de Infantería, quiere inaugurar el chiringuito pero las obras no progresan como él quiere y además se lo había prometido al General en Jefe de la zona, que para ese día estaría .
– Y encima, ahora me sale con los bancos de los cojones, me dice el Sargento quitándose la gorra y limpiándose el sudor con un pañuelo, ya que íbamos caminando a grandes zancadas sobre arena con dirección a la playa y el sol estaba casi en su cenit.-
No me gustó en absoluto ese comentario, pero poco podía hacer sino seguirle callado tras la primera respuesta a mi primera pregunta.- Sería de aplicación la antigua frase que : “ en la mili, el que pregunta va a cuadras”.-
Aún no sabía que mi Sargento Collejas, de altura normal, corpulento de unos cuarenta y largos años, solterón, era “chusquero” y se encontraba bajo arresto, al igual que muchos de los Oficiales y Sub-oficiales adscritos al Batallón de Infantería Cabrerizas I, antiguo batallón de castigo para desertores.-
A poca distancia se podría distinguir la zonas de obras .- Se trataba de un recinto de planta rectangular delimitado por una empalizada de madera compuesta por tablas clavadas en la arena, que albergaba una edificación con un amplio salón, una barra de bar, tras la que se situaban las cocinas y servicios y una habitación-dormitorio, para los “machacas”, (soldados-camareros), completando las instalaciones una piscina construida a medias, una zona todavía en construcción de vestuarios y barra de bar en la parte trasera del conjunto que lindaba con la cara Norte, donde se amontonaba arena de forma que las tablas en esa zona estaban casi todas caídas.-
También se veía con palustre en mano a una docena y media de soldados que al vernos llegar “parecían retomar” el trabajo .-
Collejas, me mostró muy de paso la totalidad de las instalaciones y solo se paró en el lugar donde irían los bancos y que había que hacer un muro grueso con grandes huecos para cerrar el perímetro.-
Con un metro que me dejaron, anoté las medidas necesarias para los susodichos trabajos y, con orden expresa de que al día siguiente debería tener los croquis hechos para mostrárselos al T.C., me dirigí al Batallón y puse manos a la obra en una mesa del comedor de tropa.-
Como material de dibujo el Sargento me dio unos cuantos folios, una escuadra graduada, lápiz y un pequeño trozo de goma .-
Tras el “papeo”, el croquis lo terminé antes de cese de trabajo y lo mostré al Sargento que apenas lo miró.- Al día siguiente le acompañé de nuevo a las obras.-
A diario, el T.C. que vivía en Aaiún, llegaba al Batallón sobre la hora de la instrucción y una vez oídas las novedades por parte del Capitán Ayudante, que sí pernoctaba en Cabrerizas, se dirigía a “su chiringuito”.- Ese día no fue una excepción.-
A la llegada del vehículo, el chofer baja corriendo, le abre la puerta trasera le saluda militarmente con la mano al tiempo que da dos sonoros taconazos en milésimas de segundo.- Le acompaña el Capitán Ayudante.-
Se adelanta a recibirlo el Sargento para dar novedades y yo tras él.- Le enseña los dos folios que le di, uno con un croquis de los bancos y otro con la idea del muro que hacía de cierre lateral y frente de esa zona.-
– Sargento, le dije claramente que quería unos bancos corridos en forma de “U”, para poner una mesa en medio y que pudieran entrar unas ocho personas y tenían que estar adosados al muro exterior.- Usted no se entera de nada, Sargento, y me tiene esto en total abandono, no avanza y veo que no va a estar todo terminado para el 8 de Diciembre.-
– Mi T.C., como ya le comenté, me dicen que tienen problemas con el cemento …………..
– Otra vez con el cemento, otra vez con el cemento, …… mañana a mediodía va a tener aquí cemento hasta hartarse y le va a sobrar.-
Dicho esto, comienza a andar dirigiéndonos al interior y es cuando pregunta que quien soy yo.- Me presento con nombre y Cia., y añade el Sargento con voz que no le salía de la camisa, que soy el perito que ha hecho el dibujo.-
Visita todos los tajos donde trabajan “afanosamente” los soldados-albañiles y en tono muy amable comparte con ellos un intercambio de pareceres respecto a las obras que se están ejecutando.- Les comenta que hay que apretar la marcha para terminar cuanto antes, pero en tono seudo paternal y media sonrisa.-
Por fin, vamos al sitio donde van a ir los bancos, y me dice como los quiere con voz calmada y paciente, no sin antes mandar con la mirada un par de “rayos fulminantes” al amigo Collejas .-
Dicho esto, se separan de nosotros el T.C. y el Capitán Ayudante que continúan su visita terminando por último en el bar tomándose una cerveza.- Al cabo de una media hora vuelven ambos al Batallón.-
Tanto el Sargento como yo, que fuimos a despedirlos militarmente, nos quedamos callados viendo el coche alejarse y a continuación volvimos también al batallón.- En el camino de vuelta, me dijo que ya había oído al T.C., lo que quería y que pusiera raudo manos a la obra.-
Al entrar por la puerta del Batallón, sale el Cabo de Guardia y le dice al Sargento que el Capitán Ayudante quiere vernos en su oficina.-
Las viviendas de algunos Oficiales y Sub-oficiales estaban en el lateral del batallón, si bien tenia entendido que se completaban con otras que estaban en el camino del Atlas, que era donde se ubicaban los depósitos de combustible de todo el ejército y cuya custodia correspondía al Batallón de Cabrerizas.-
Una vez en su oficina, el Capitán Ayudante con breves palabras, me dice que el T.C. ha dado orden de que a partir de mañana, debo hacerme cargo de las obras del Chiringuito, relevando al Sargento de dicho trabajo, y a mi de los trabajos diurnos incluso la instrucción, terminando su corta locución con un “pueden retirarse”.-
Cuando salimos, noté enseguida que la alegría en la cara del Sargento, era proporcional al “pellizco” en el estomago que empecé a sentí yo.-
Pero la mente me daba “pares y nones”; en principio era una alegría que las guardias, cocinas, limpiezas, e instrucción, no tendría que hacerlas, si bien bregar con la tropa de obra, tampoco sabia como se me podría dar, dado que hasta entonces como estudiante, no había tenido aun contacto profesional.-
Por otra parte en el corto espacio de tiempo en que presencié el tratamiento de “puteo intensivo” que el T.C. daba al Sargento por motivos a mi entender nimios, me hacia vaticinar que se avecinaban malos tiempos.-
Terminé pensando, en que fuera como fuera, no tenia elección.-
Esa tarde en la cantina, tras el cese de trabajo, empecé a contactar con algunos de los compañeros que trabajaban en el Chiringuito, conocidos e incluso algunos de mi mismo barracón.- Luego de unos cuantos “cubatas”, que hacen más ligera la lengua, me comentan que allí están divinamente, no así los que trabajan en el nuevo Cuartel de Cabrerizas II, que están muy puteados porque son mano de obra añadida por convenio con la empresa constructora que lo está haciendo.-
– Mira, nosotros hacemos allí lo que queremos, nos bañamos en la playa antes de venir al cuartel a comer, nos podemos duchar en las duchas de la piscina con agua dulce y salvo el Sargento que de vez en cuando viene para dar un poco el coñazo y que tampoco se mete mucho con nosotros, nadie nos manda y además estamos exentos de instrucción y de todos servicio, menos el refuerzo de guardia por la noche .- El T.C. nos trata de maravillas, e incluso de vez en cuando le dice a los “machacas” que nos saquen una cerveza.- En fin, que muy bien .-
Mis compañeros, me tenían como un albañil más que se incorporaba al grupo, pero no era así.- Cuando les hice saber para que me mandaban fijo todo el día al chiringuito, cambió totalmente la conversación .-
– ¿ No vendrás tu a putearnos ahora ?.-
Esa pregunta quedó en el aire mientras se deshizo la reunión como en el rosario de la aurora.-
Al día siguiente después de desayunar el grupo de unos 18 ó 20 nos dirigimos a las obras del Chiringuito.- Una vez allí, me fui enterando de los tajos en ejecución y de lo que restaba por hacer.- Eran poco comunicativos quizás porque se había difundido ya como la pólvora, cual iba a ser mi cometido.-
Sacando mis mejores dotes de comunicación, conseguí congeniar con algunos, entre ellos un tal Manuel, (creo que se llamaba), de mi reemplazo al que ya conocía y debía un buen favor, ya que estando en el BIR, una de las veces paleando, en el para todos célebre muro Norte, me entró en un ojo mas arena de la cuenta e instintivamente llevé las manos al ojo para tratar de sacarla.- Manuel me explicó que podría arañarlo al rozar la arena y saco la arena de mi ojo a base de “soplidos”.- Eran molestos recibirlos, pero mano de santo.-
Alto y recio, probablemente encabezaría en primera fila la formación de su compañía junto con los compañeros vascos, que abrían siempre la formación de la Cia.- Debo añadir que era uno de los mejores oficiales de albañil del grupo, persona de pocas palabras pero afable y de buen trato .-

Esa mañana hasta la llegada del T.C. y su Capitán Ayte. trascurrió sin más incidentes dignos de mención.-
Llegado el T.C., me leyó “la cartilla” con respecto a la celeridad en que debía terminar la obra y además me indicó que había pensado hacer una duna artificial en una zona derecha al conjunto, para que jugaran los niños y cerrarla también con muros de piedra.-
A mi torpe pregunta de: ¿qué niños?, me responde que me limite a cumplir lo que se me diga .-
Mas tarde me entero de que el Chiringuito al que el T.C. le tenía tanto ahínco, era para ofrecer un sitio de reunión y asueto a las familias de Mandos, Oficiales y Jefes del territorio.- Sería probablemente como el colofón de su paso por el Sáhara, dejándolo materializado en algo tangible para que se le recordara una vez jubilado, pues le faltaría poco tiempo para ello.-
Le acompaño en la visita y le enseño los nuevos croquis del los bancos corridos y el muro.- Los acepta, pero ha pensado en recubrirlos de piedra de la que abunda por doquier en los alrededores y le dice al Capitán Ayte., que mande a todos los “holgazanes” y escaqueados que proliferan en el Batallón sin hacer nada, a recoger piedra y a traer arena para hacer la duna artificial.-
Hay que decir, que en esa época el batallón estaba bajo mínimos de soldados y entre el grupo que trabajaba en el nuevo batallón, en el chiringuito, las guardias y servicios diarios, machacas, conductores, etc., poca gente quedaba para escaquearse, aunque siempre la había.-
La orden fue inmediata, de forma que a la media hora llegaban al Chiringuito un Teniente,(que yo llamaba “el bigotes” porque los tenía como Dalí), al mando de una decena de soldados que con tres carretillas, (las que había), con las ruedas casi desinfladas, empezaron a traer arena para la duna y el resto a coger piedras con las manos, bajo la cruda mirada y voces del Teniente “bigotes”.-
Era pintoresco ver la traída de arena para la duna, ya que por el peso, rodando sobre arena no compactada y con las ruedas a medio inflar, necesariamente precisaba de dos hombres para mover la carretilla, uno que conducía y el otro que tiraba de ella mediante una cuerda pasada por el pecho.- Perfectamente se podría uno imaginar a los antiguos esclavos egipcios acarreando materiales para la construcción de las pirámides.- Uno de los días, nuestro Capitán Borreguero, acompañado del Capitán Ayudante visitaron las obras y comentó algo sobre la débil juventud de ahora ; – En mis tiempos se le “echaba mas cojones”, un solo tío la llevaría volando ……., (textual).-
No pasaron más de cuatro días para recibir la primera gran bronca por parte del T.C.; primero, obviamente, por la marcha de los trabajos y en segundo lugar por mi comentario sobre el estado del cemento, material imprescindible e insustituible en aquella extraña batalla .-
El cemento que llegaba al renombrado Chiringuito, procedía en parte del Cuartel en construcción de Cabrerizas II, del que se rumoreaba que se “despistaban” algún que otro saco, pero la mayoría tenían su origen en la descarga de los lanchones que proveían de material procedente de Canarias.- La operación consistía en recoger a paladas del suelo, el contenido de los sacos de cemento que se rompían en la descarga y volverlos a embalar en sacos de pleita, de plástico con agujeros ó de cualquier envase que se tuviera a mano.-
Como es sabido, el cemento es ávido de agua y con su contacto endurece.- Los sacos se almacenaban en la furrilería, y simplemente con la humedad de la noche, hacia que fraguase el cemento.-
Estos sacos llegaban al Chiringuito semiduros, y según me comentaban mis compañeros y vi personalmente, que a veces había que triturar los terrones más pequeños que se habían formado, (desechando los más gordos que estaban como piedra), para volver a hacerlos polvo.- El producto final, había perdido en más de un cincuenta por ciento su propiedad adherente.-
Mi comentario al T.C. fue simplemente que las piedras que dijo se pusieran, con ese cemento se caían la mitad de las que se ponían en los paramentos verticales y todas las que estaban hacia abajo.-

No gustó al “jefe” este comentario, pero aunque me jugase el cuello se lo tenía que decir para que tuviera constancia de ello en evitación de futuros y más que probables males mayores.-
Mi compañeros me demostraron que el cemento no servía, lo que además de ser totalmente cierto, les valía a ellos como argumento añadido para no trabajar, porque aunque era imprescindible, había otras labores que no precisaban cemento, (fontanería, electricidad, etc).-
Nunca tuve las dotes de mando que un militar precisa para hacerse respetar por la tropa, porque no lo era y menos siendo un soldado novato recién llegado que se las tenía que ver entre veteranos y abuelos con el “colmillo retorcido” al menos en lo que se refería al palustre y largos meses de mili, además, creo que se sentían intocables .-
Para más INRI y ante mi insistencia de que se trabajara, me decían que ellos estaban en el Sáhara, para hacer el servicio militar, no para hacer casitas, y yo era un puto novato que me las había creído.- Y punto.-
Mi desesperación aumentaba por día y también mi indignación, porque cuando se vislumbraba el coche del T.C., todo el mundo se afanaba en laborar y obtenían la felicitación y beneplácito del “jefe” …………., y yo la bronca.- Por otro lado, me sentía incapaz de decirle al T.C. lo que estaba ocurriendo.-
Se dio el caso de incluso mala fe hacia mi de uno de mis compañeros albañiles, alicatador para más exactitud .- Había que traer los azulejos para la zona de cocina del restaurante que previamente yo había medido para calcular cuantos habría de traerse.- Me pregunta el T.C. cuantos hacen falta y saco mi libretilla y le digo: 750 unidades, (por ejemplo).- Le faltó tiempo a mi compañero alicatador para decir : ¡que va ¡, con la mitad se hace esto y sobran.-
Dada la confianza que el T.C. tenia en este mal compañero, aunque buen alicatador, me mira y dice que si no sé ni contar, que vuelva al batallón, que allí sobraba.- Gracias a la intervención del Capitán Ayudante, obtuve una segunda oportunidad para recontar el material que resultó ser el mismo, 750 Uds.- El T.C. no hizo comentario y cuando salíamos de la cocina, le envié al alicatador un mensaje visual que decía expresivamente : “cabrón” .- Después los dos solos tuvimos algunas palabritas.-
Por la tarde, de vuelta al Batallón el Capitán Ayte. me hace llamar a su despacho y me comenta que me avispe porque el T.C. está a punto de meterme “un paquete de cojones” ……………, que estamos casi a final de Noviembre y que no se va a terminar en la fecha prevista.-
“De perdidos al río”, pensé en un instante y relate al Capitán todas mis vicisitudes desde que pise el maldito Chiringuito hacía casi dos meses.-
En contra de lo que podía esperar, me responde el Capitán que eso se lo tenía que haber comunicado mucho antes y que le va a dar solución inmediata.-
Al día siguiente después del desayuno y antes de marchar al Chiringuito, un Sargento, que en adelante llamaré “Mejias”, me hace llamar y me dice que ha sido asignado a la obra por orden del Capitán Ayudante.-
El Sargento Mejias al igual que Collejas, era también “chusquero”, próximos a cincuenta años, procedía de Sidi Ifni y asimismo estaba cumpliendo arresto en Cabrerizas,…….. pero era distinto a Collejas; de no más de un metro cincuenta y cinco de estatura, uniforme inmaculado y entallado al cuerpo, cara tostada por el Siroco enjuta y bien afeitada y con la visera de la gorra doblada exageradamente hacía arriba……, nos forma en el patio del Batallón y nos dirige en formación hasta la obra, cosa que nunca habíamos hecho antes.-
Una vez llegados y aún en formación en posición de firmes, nos suelta una arenga, que en síntesis viene a decir que: se ha terminado de estarse tocando los cojones, que se va a cagar el los muertos de la puta madre que ……., que le va a patear el hígado al primero hijo de perra que no trabaje ……., que después de treinta años, no piensa jugarse su carrera militar y sus dos condecoraciones, (señalando las dos medallas brillantes del pecho), por culpa de una partida de vagos y …… etc., terminando con : ó bien hacemos todos lo que tenemos que hacer y aquí todo el mundo contento ….
El Sargento Mejias, fue mi salvación.- Tuve además la suerte, de que bajo su aspecto de “bulldog estreñido”, ocultaba a una persona razonable con la que se podía hablar y lo mejor, que escuchaba, de tal forma que una vez que le mostré las instalaciones y todos los tajos, le añadí que era imposible que dentro de una semana estuvieran las obras terminadas, al menos las exteriores, (piscina, muros, bancos de piedra y duna artificial), pero el interior del salón-restaurante y cocina, si podrían ser utilizados.-
Respecto a la duna, no había forma de contenerlas, pues el esfuerzo en un día de trabajo de los compañeros acarreando arena desde el exterior, el Siroco por la noche se encargaba de dejarlo todo llano, o acumulado caprichosamente donde no debía estar.-
A la hora de costumbre llegó el T.C. y el Sargento fue a recibirlo.- Estuvo conversando con el unos pocos minutos y al final pasaron a mi lado para realizar la visita diaria.- Me mantuve firme como una estaca en posición de saludo y en espera de algún “chorreo”, pero no lo hubo; luego les acompañé a la visita en segunda fila y sin decir ni pió.-
Conversó con los cabezas de cuadrillas de albañiles, sobre la terminación que temerosos y con la boca chica le informaron que no podía ser posible para el ocho de Diciembre acabarlo todo.-
A mi T.C., se le vio desolado con los brazos en “jarra” y balanceando la cabeza.- Se hizo un cortante silencio en el que todos esperábamos el estallido inminente.-
Fue de nuevo el hábil Capitán Ayudante, quien metiendo astutamente “la cuña”, le dijo que podía ser suficiente; si estaba el salón listo y funcionaba la cocina, ya que los frigoríficos, hornillos y demás enseres llegaban esa tarde al chiringuito.-
Todo quedó ahí.- El T.C. aunque de mal humor, accedió a que así fuese.- He de decir que el Capitán Ayudante era el Comandante de puesto en ausencia del Teniente Coronel Jefe del Batallón y por lo que se podía comprobar, la relación entre ambos era exquisita, de hecho se llamaban por su nombre de pila cuando no estaban dentro del batallón.-
Pasados estos momentos de tensión, los trabajos continuaron a un ritmo normal hasta el día de la celebración, La Inmaculada, fecha en que obtuve los galones de Cabo, quizás por recompensa al stres y al comienzo de úlcera de estomago.-
Mi liberador, el Sargento Mejias, fue crucial en este ritmo normal de trabajo, si bien alguna que otra vez se le vio de puntillas y con el dedo índice casi tocando la nariz del que pillaba de escaqueo, para echarle un “chorreo” , pero en general las cosas fueron a mejor.-
El tema del cemento se resolvió añadiendo a la mezcla, (mortero), un poco de yeso, que si bien no era todo lo correcto que debería ser, se salió del paso y las piedras se quedaban pegadas a los muro … espero que sigan y de ser así lo debería patentar en el Instituto Eduardo Torroja ……..-
La duna, se desistió hacerla tras dos intentos más, fallidos.-
El Sargento y yo congeniamos bastante, de forma que me contó creo que todas sus batallitas antes y después Sidi Ifni y yo más bien le conté, pero poco, primero por mis exiguas vivencias para su interés y segundo porque se ensimismaba con sus historias ; incluso una tarde me llegó a invitar a un cubata en el bar de Sub-oficiales, sitio totalmente vetado a la tropa.- A cambio le grabe una cinta de música, suministrada por mi amigo Francisquito .-
Al parecer, y según los “machacas “ del Chiringuito, la celebración del 8 de Diciembre fue un éxito y el T.C. salió “victorioso” por las felicitaciones y halagos recibidos de sus invitados.-
El salón quedó francamente bien y adornado con una serie de cuadros que “el pintor del T.C.” había hecho con motivos militares, sobre todo uniformes de soldados, húsares, etc.- Era de mi reemplazo, Julio del 73, buen amigo aunque no recuerdo su nombre lo veía de vez en cuando pintando en un estudio junto al despacho del T.C.- Si sé que pasó los once meses pintando cuadros y él sí que estaba relevado de todo servicio.- Al final, el día del regreso a la península, nos saludamos, (pues yo venia de Bucraa) y me enseñó una placa dada por el T.C. de felicitación y agradecimiento por el trabajo hecho……, “no como a otro”.-

Chiringuito terminado.- Foto de Josep Fonolleda Prats

En el primer trimestre del 74, mi Cia., la 2ª fue destinada a Cabrerizas-Bucraa y partí con ellos.- No volví a saber más del Chiringuito ni me surgió el interés de verlo terminado cuando regresé a Cabrerizas II para licenciarme.-
Como cabo de obras, me esperaban nuevos avatares en el interior del desierto, entre otros, mejor hermandad entre los compañeros y el auténtico calor del desierto, porque Cabeza de Playa era un paraíso con el Atlántico a tiro de piedra y más debería ser tendido en una hamaca en la piscina del chiringuito tomándose unas cañas …….
La rica experiencia que cogí en el Chiringuito de la Playa de Aaiún, me sirvió de alguna forma para “endurecer el colmillo” y además se diga lo que se diga un cabo es un cabo.-
Mi estancia en Bu Cráa, obviamente fue otra historia, como la de tantos otros…

Fin.

Orriach Espinosa, Francisco. (MA) 01-04-2009
Infantería.
Cabeza Playa, Bu Cráa. 1973-1974


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