“RECORDANDO-III ‘HATARRAMBLA’ “

HATARRAMBLA

IMAGEN

El campamento “General Santiago” (Hatarrambla) estaba situado en la carretera de Smara a unos 5 Km., del centro de El Aaiún.
Desde el aeropuerto, nos llevaron hasta la que sería nuestra residencia durante los tres meses siguientes a través de una pista que bordeaba el barrio musulmán de “Casas de Piedra”, incluso nos adentraron en él, creo que con toda intención, unos centenares de metros, ya que durante las muchas patrullas que más tarde realicé por aquél, comprobé la existencia de otros caminos más directos y discretos. La impresión al ver aquellas casuchas fabricadas con bloques, algunas rematadas con cartones y recortes de viejas latas, me hicieron recordar los asentamientos de chabolas que daban cobijo a quienes desprovistos de medios para subsistir acudían a las grandes urbes en busca de mejor fortuna, estableciéndose de cualquier manera en su periferia.
El primer contacto con la población musulmana consistió en un breve cruce de miradas entre aquellos a quienes se les veía acostumbrados a soportar cada 90 días el trasiego de camiones, siempre con la misma ‘carga’, y los que por primera vez veíamos una túnica azul. Miradas llenas de dureza por parte de los nativos, de censura, de reproche hacia nuestra presencia. Por ser recién llegados desconocíamos la causa de su repulsa.
Será a raíz de ir conociendo los hechos ocurridos en la explanada de Zemla, junto con el significado que tuvo para los saharauis aquella manifestación, cuando intuí el origen de su saludo de bienvenida. Sencillamente: los nativos no nos querían en su tierra y menos como Agentes de la Policía Territorial. Una vez cumplido el periodo de instrucción, pasaríamos a ser el equivalente de aquellos policías que en la península, durante la época de la dictadura era conocidos como “los grises”. Fuimos entrenados para desempeñar funciones de todo tipo: expedición del D.N.I saharaui; inspección de aduanas; intervención de armas; control de mercancías en el puerto y aeropuerto; vigilancia de fronteras; control del tráfico, escoltas, atestados y orden público. Dichas tareas eran realizadas por las 3 compañías presentes en el cuartel de la P. Territorial de El Aaiún.(1ª, 2ª y P.M.M.) Entre los muchos servicios prestados, que mi retentiva poco a poco va borrando, recuerdo por el significado que mantiene en la actualidad, la creación del Censo de saharauis existentes en todo el territorio. Eran poco más de 79.000 nativos en aquel año de 1974.
Las cosas del destino: primero, de forma voluntaria, escasamente un año antes, corría delante de las Fuerzas de Policía Armada y después, de forma obligada vestido precisamente de “gris”, tendría que perseguir a quienes defendiendo sus ideales, corrían delante.

EL CAMPAMENTO
Lo Civil con lo militar, al igual que el aceite con el agua, no mezclan, emulsionan. Basta con un poco de reposo para que cada cual vuelva a su verdadera forma.
Cuando los camiones cruzaron la entrada del campamento, el piquete después de arriar bandera se retiraba hacia el Cuerpo de Guardia. Fueron las puertas de mi infierno particular.
Antes de partir, mi confidente Francisco –gracias Paco— que había estado en el BIR de Cabeza de Playa me había advertido: “Mateo, prepárate para cuando llegues a Hatarrambla, tiene fama de duro. Entrarás a paso ligero hasta en el comedor. Las vas a pasar putas. ( quedé sorprendido, no tanto por la advertencia, como por estar puesta en boca de un soldado que no había pertenecido a la Territorial).
Una vez visto y sobre todo sufrido aquel periodo de formación militar, entiendo que la mayor o menor dureza de cualquier campamento de instrucción por los que hemos pasado cualquiera de nosotros, no reside solamente en las dos o tres horas seguidas marcando el paso, girando de izquierda a derecha, rematando con media hora de paso ligero, dos vueltas a la pista americana y para relajar nuestros músculos y maltrechos huesos, una clase de gimnasia; así durante 9 horas bajo un sol de justicia. La mayor o menor dureza por tanto ejercicio, creo que también guardaba relación con la condición física de cada recluta. Mientras algunos eran incapaces de resistir las tres primeras horas de instrucción, otros, al terminar tan ‘ligera’ jornada, voluntariamente (hay que joderse…), para estar en mejor forma hacían un recorrido a la pista americana.
Con una técnica desconocida por los soldados peninsulares,– de la que nunca habían oído hablar–, nada más llegar nos “tentaron” con los sacos terreros como se tienta al novillo con la garrocha para conocer su casta y empuje. El fin perseguido, comprobar hasta donde se podía llegar con los ejercicios “normales” y con los “extra-normales”. Tal técnica, junto con el salto de altura y alguna que otra prueba más, me permitieron, dicho sea de paso, marcar las distancias con aquellos personajillos, que aún reclutas, ya empezaban a apuntar sus “chorradas” hacia los más débiles.
Casi la mitad del tiempo empleado en la preparación física, fueron horas y horas añadidas a modo de correctivo, por, según ellos, no haber hecho las cosas bien a la primera, o a la trigésimocuarta…, daba igual. ¿Tan torpes éramos?. Sin embargo no me consta que realizaran ningún tipo de examen con el fin de valorar las condiciones mentales de aquellos aspirantes a soldados.
(((Con sólo 15 o 20 días de campamento, nos entregaron un Cetmetón FR-8,– mitad “Cetme”, mitad Mauser— y cuatro balas para hacer el primer refuerzo. Junto a un policía nativo, que no dijo ni una sola palabra en las dos horas que pasó fumando de su pipa un tabaco de olor dulzón, me correspondió la vigilancia del polvorín en el turno de 2 a 4 de la madrugada.
Mientras el cabo instructor me indicaba como cargar el mosquetón, –no me aportaba nada nuevo siendo conocedor del manejo de aquel tipo de “rifle” por venir practicando la caza desde hacía 4 años, con un Sauer 270W, precisamente de cerrojo– seguí su exposición con cara de novato sin decir esta boca es mía. La explicación finalizó con esta advertencia: No cargues el fusil durante el refuerzo, GUARDATE LAS BALAS EN EL BOLSILLO (¿?). ¡ Y un huevo de pato!. Recién llegado al Sáhara, con el susto aún en el cuerpo, vigilando un polvorín durante la noche en medio de aquella oscuridad que se extendía kilómetros y kilómetros desierto adentro…, sin hacerle ni puto caso, en cuanto se dio media vuelta –pasara lo que pasara— no solamente lo cargué, metí una bala en la recámara y activé el seguro.
¿ Cómo se atrevieron a entregar un fusil y su munición reglamentaria a unos reclutas que no habían hecho ni tan siquiera una práctica de tiro? )))
Retomando el argumento: ¿ No era a caso un castigo meternos entre pecho y espalda un paso ligero de Dios sabe cuantos kilómetros, buscando como única e incierta justificación que al bajar bandera no se había oído la jodida palmadita en la culata del mosquetón, a la voz de ¡presenteeen armas! y todo ello después de una jornada de 9 horas ?. ¡Hostias! si la escucharon desde Tenerife, ¡¡que los 300 reclutas no éramos sordos!!, mi sargento,…. Puterar por putear.
Fue precisamente durante la hora gimnasia en la que un compañero, el recluta Luis, quizá por el esfuerzo, el calor, tal vez alguna dolencia y posiblemente por la suma de todo, sin un sólo grito ni queja cayó justo a mi lado como si hubiera sido derribado por un rayo. El resultado de la autopsia realizada en el mismo campamento sobre una mesa del comedor, nunca lo supimos. Su cadáver fue custodiado permanentemente por cuatro reclutas en turnos de 3 horas durante las 72 horas que permaneció en el cementerio cristiano de El Aaiún a la espera de un Iberia que lo devolvería junto a sus padres, a los dos meses de su llegada al campamento, en una caja de zinc, dentro de otra de madera.

Urrieles Dobra, Mateo. 06-11-2004
Policía Territorial


Otros relatos del mismo autor:
Relato 010a.- “RECORDANDO-I ‘INICIO’ “
Relato 010b.- “RECORDANDO-II ‘LA DUDA’ “
Relato 010c.- “RECORDANDO-III ‘HATARRAMBLA’ “
Relato 010d.- “RECORDANDO-IV ‘AUTORIDAD Y DISCIPLINA’ “
Relato 010e.- “RECORDANDO-V ‘EL CUARTEL’ “
Relato 010f.- “RECORDANDO-VI ‘EN EL AAIÚN. DE REGRESO’ “
Relato 010g.- “RECORDANDO-VII ‘LOS DE REEMPLAZO’ “